El Corán (5:59-60) afirma que entre la Gente del Libro, a saber, judíos y cristianos, los más están extraviados y no son del agrado de Alá, el cual, si perseveran en su error, los maldecirá en el fin de los tiempos, convirtiéndolos en monos y en cerdos adoradores de Satanás:
"Di: ¡Gente del Libro! ¿Qué es lo que nos reprocháis? ¿Que creamos en Alá, en lo que se nos ha revelado y en lo que fue revelado anteriormente? La mayoría de vosotros estáis extraviados.
Di: ¿Queréis que os diga algo peor que eso? El pago que tiene reservado Alá para aquellos a quienes maldijo, ésos sobre los que cayó Su ira y de los cuales, hubo unos a los que convirtió en monos y en cerdos y adoraron al Rebelde. Esos tienen un mal lugar y son los que más se han extraviado del camino llano".
El fundador del islam llegó a detestar tanto a los judíos que los identificó con una de las principales fuentes del pecado, a la par de Eva (Sahih Bukhari 3399):
"El Profeta dijo: 'Si no fuera por los hijos de Israel, la carne no se pudriría; y si no fuera por Eva, ninguna mujer traicionaría a su marido'".
Tras tan bellas caracterizaciones de los monoteísmos no islámicos, un hadiz (Sahih Bukhari 2476) nos revela que Jesús en su segunda venida destruirá el cristianismo (simbolizado mediante la cruz), aniquilará a los malditos que se oponen al islam (esto es, a judíos y cristianos que no se sometan, representados como cerdos) y pondrá fin al impuesto sobre los dimmíes, pues ya no habrá infieles a los que proteger y la religión será toda para Alá:
"No será fijada la hora final hasta que el hijo de María descenderá entre vosotros como un juez justo, romperá la cruz, matará a los cerdos y abolirá la yizia".
Esta epifanía escatológica se completa con la visión de Mahoma en la que la naturaleza misma clama contra los incrédulos, en particular contra los judíos, alentando a los creyentes a eliminarlos sin piedad (Sahih Muslim 2922):
"La hora final no llegará a no ser que los musulmanes luchen contra los judíos y los maten. Entonces, los judíos se esconderán detrás de piedras y árboles, y las piedras y los árboles dirán: 'Oh musulmán, oh siervo de Alá, hay un judío detrás de mí, ven y mátalo'".
Repárese en que el descrito no es un escenario sobrenatural o una visión mística sin trasunto real, sino que forma parte de un plan militar forjado durante siglos que concluye con la conquista de Jerusalén por los musulmanes del este (Jami At-Tirmidhi 2269):
"Negros estandartes saldrán de Jorasán, y nada los detendrá hasta que estén plantados en Jerusalén".
Por ello, no debe entenderse que el fin del mundo conducirá al fin de los judíos y cristianos que no se hayan convertido al islam, sino por el contrario que el fin de dichos judíos y cristianos conducirá al fin del mundo y al cumplimiento de las promesas divinas, lo que es un aliciente más que notable para ajusticiarlos.