La reforma educativa es ahora el caballo de batalla para el Sr. Mas tras su batacazo electoral, y Pujol jr. está siempre dispuesto a echarle una mano, añadiendo leña al fuego. Parece ser que no se consiente el plan educativoq ue obliga a que el español, o castellano, sea también lengua vehicular en su comunidad, y acusan a la administración central de imponer un sistema que va en detrimento del catalán.
El Sr. Mas y el Sr. Pujol hijo se olvidan de que gobierna en una autonomía que multa a sus ciudadanos por rotular sus establecimientos en español, que es también lengua oficial, que los niños catalanes se expresan con dificultad en castellano porque el número de horas lectivas en el idioma minoritario es muy superior al de las impartidas en la lengua común y porque bajo el eufemismo “inmersión lingüística” se esconde, con escaso disimulo, una imposición del catalán en todos los ámbitos de la vida. Esta situación perversa es negativa para los intereses de las generaciones venideras, que se verán sometidos a una endogamia escasamente enriquecedora, mientras los hijos de los políticos, como el Sr. Montilla, lejos de intergrarse en la tradición de su autonomía, estudian alemán en inglés, haciendo otro conocido ejercicio de hipocresía socialista en la que los bueno para el pueblo, no lo ha de ser necesariamente para sus líderes.
Fue Zapatero quien abandonó los pactos con el partido popular para negociar con los nacionalismos aldenaistas y minoritarios la gobernabilidad en ausencia de mayoría absoluta. Este error garrafal, impropio de nadie que aspire a la presidencia de un gobierno en la Unión Europea, dio alas a políticos de segunda fila, como D. Arturo, y poder a las minorías. Más que nunca, es necesario ahora un gran acuerdo de Estado entre socialistas y populares, que aglutinan más del ochenta por ciento de los votos en este país, y coloquen, con la aplastante fuerza de una mayoría democrática, a los nacionalistas dentro de la relevancia que representa el porcentaje de sus apoyos, y conviertan en susurros lo que ahora son alaridos desesperados de quienes se encontraron en las urnas con las espaldas de los votantes.