Revista Cultura y Ocio
El coronel no tiene quien le escriba, Gabriel García Márquez
Publicado el 01 septiembre 2011 por ManignaAño de publicación : 1961
Editorial : Anagrama
Año de esta publicación : 1993
Ya de inicio el gran Gabo nos envuelve en la profunda miseria a la que destinó a los personajes principales de esta obra: el coronel y su esposa. Él, raspando el fondo del tarro de café intentando rescatar hasta el más mínimo resto de ese polvo que pueda teñir el agua que les servirá de desayuno; ella, sobrellevando las crisis de asma mientras espera un futuro menos duro. Ambos con una fe bárbara en que la próxima vez en que llegue la correspondencia traiga la carta que los haga acreedores de una mísera pensión, pero que hará sus vidas menos desdichadas.
En esta corta obra se respira a cada página pobreza y humillación, al ver a la anciana pareja ir vendiendo cada una de sus pertenencias para tener algo que llevarse al estómago, de ellos y del gallo de pelea que tienen, única herencia de su hijo muerto acribillado. En la absoluta indigencia y en medio de esa triste realidad el coronel alimenta una esperanza monomaníaca en el ave, pensando en obtener más lucro en un futuro cercano, obligándose, y a su esposa junto con él, a observar cómo el poco dinero que obtienen por las primeras peleas ganadas es destinado a alimentar al gallo, mientras ellos pasan hambre.
Hay una máxima que dice que la mejor oportunidad de negocio está en medio de la pobreza. Así, el compadre del coronel, don Sabas, quiere aprovechar el instante de flaqueza del anciano al querer vender su tan preciada ave. Le ofrece menos de la mitad de lo que inicialmente le había comentado que podría obtener, sin interesarle el malestar y la desmotivación que esto causaría en “su amigo”.
La esposa, al borde de la desesperación baraja la idea de vender el gallo, o hasta hacerlo el ingrediente principal de una comida que hace mucho no saborean, pero la terquedad de su esposo se mantendrá firme, haciendo valer su negación. Es notorio que el coronel quiere realizar lo mejor, para él y su mujer, arriesgando todo –en este caso es todo, literalmente- al bienestar del animal, pero también ansía ese suceso que le haga recuperar esa dignidad que él sabe perdida, aunque aparente gravedad y cierto lustre ante sus vecinos.
Es increíble y reconfortante que en medio de esa miseria encontremos una muestra del amor que el coronel tiene a su mujer: ante el cuestionamiento de ella por saber si él ya desayunó el coronel miente, y aunque sienta nacer en sus tripas hongos y lirios venenosos le cede la única taza con el líquido ralo que hay por beber: ¡eso es amor!
Hay mención del coronel Aureliano Buendía, lo que hace a este libro algo así como una ramificación de la obra cumbre del autor que posteriormente a esta sería publicada: Cien años de soledad. Sería más interesante, como en el caso de Vargas Llosa, poder leer en orden cronológico las obras de este colombiano universal; lamentablemente eso no se podrá realizar.
No será la mejor obra de García Márquez, pero su encanto radica en esa compleja simplicidad con que estructura esta historia.