Revista Opinión

El corso paramilitar

Publicado el 18 mayo 2010 por ArÍstides

EL CORSO PARAMILITAR

NUNCA INVOQUES AL “BUEN CORAZÓN” DEL HOMBRE. PUEDE QUE NO LO TENGA.


Andan al corso y cada vez son más. Cuentan con el beneplácito de los gobiernos a los que favorecen y se cobran el botín de sus presas. Algunos lo hacen por motivaciones políticas, pero otros, simplemente porque actúan de mercenarios del mejor postor. Estamos hablando de las milicias que pueblan el mundo y que, actuando al margen de la legalidad, ponen sus recursos a favor de unos intereses obscenos.

Los hay para todos los gustos: desde los grupos de extrema izquierda que se mueven en las colinas de Caracas, con pistola al cinto, poniendo su quehacer a favor del líder boliviano, hasta la pesadilla “yanyawid” en Sudán. Éstos, financiados por su gobierno, cometen masacres en la región de Darfur y realizan incursiones de saqueo contra poblados al este de Chad con el fin de realizar una limpieza étnica en el país musulmán.

En Río de Janeiro actúan bajo el nombre de “Autodefensas Comunitarias” (“ADC”), y su actividad asesina va dirigida contra el narcotráfico que se extiende en las favelas. En la práctica actúan como un poder paralelo al policial, cobrando tasas a los moradores y a los pequeños comerciantes a cambio de seguridad. Durante años fue un fenómeno típico de América latina, propiciado principalmente por ultraderechistas que actuaban sobre los campesinos y las personas comprometidas de izquierda. Sin embargo, en la actualidad -algo de culpa tendrá el amigo américano- es en oriente donde más se está desarrollado.

Libano, Irán ,Irak, Zaire, Afganistán…. cada vez son más lo países que dan amparo a este tipo de prácticas y que, a la vez, tienen la desfachatez de ser miembros de organismos internacionales sin que ninguno de ellos se lo impida. Además muchos reciben ayudas humanitarias que, en lugar de ir destinadas a la población, se quedan en manos de estos pistoleros que bajo bandera de conveniencia se dedican al pillaje.

Actúan como jaurías al servicio del narcotráfico, de revoluciones islámicas o políticas presididas por líderes carismáticos que los utilizan como sus brazos ejecutores en las calles. Sus activistas suelen provenir de barrios marginados que, contando con la impunidad de la ley, abrazan doctrinas radicales que les otorgan un poder armado paralelo al policial. Todo esto con el beneplácido y la anuencia de Jefes de Estado, que se pasean por el mundo sin que ningún organismo internacional actúe sobre ellos.


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