Hace unas semanas, durante un almuerzo entre amigos en un conocido restaurant de la ciudad, después de un largo rato de espera sin recibir atención, el doctor Santiago Cárdenas, amigo y médico, decía, "El covid es como el socialismo, ambos favorecen la negligencia y la irresponsabilidad, en fin, son enemigos acérrimos de la disciplina social lo que redunda en detrimento de las libertades y derechos".
Han transcurrido más semanas y no olvido el comentario de Cárdenas. La calidad de los servicios ha disminuido incesantemente como consecuencia de la pandemia que evidentemente no solo ha afectado la salud y causado la muerte de más de cinco millones de personas en todo el orbe, sino que ha repercutido de todas las maneras inimaginables en la sociedad, en particular en los servicios administrativos y en las aéreas de consumo.
La atención en muchos establecimientos se ha deteriorado significativamente, incluido los gubernamentales, que nunca se han distinguido por su eficiencia. El uso del teléfono es agotador, las maquinas, cada día más sabias, saltan de una propuesta a otra, pero casi nunca responde el operador para resolver nuestros problemas o darle respuesta a una inquietud.
Tal parece que la capitalista afirmación de que "el cliente siempre tiene la razón", perdió su razón de ser. Es fácil apreciar el desgano y desinterés con que son recibidos los parroquianos en los lugares de servicio, una situación que me hizo rememorar lo precaria que es la atención al público en países como Cuba y Venezuela. Aquí por suerte es la pandemia y esa, creo, es más fácil de abatir que la toma del poder por los marxistas.
Otra característica común entre el socialismo y el Covid19 es la escasez. En los primeros días de la epidemia del coronavirus desaparecieron muchos productos de los comercios. Hubo una explosión de consumo, por esa histeria colectiva que azota a los ciudadanos cuando hay una amenaza a la cotidianidad que puede culminar con un cambio radical en nuestras condiciones de vida.
La repentina falta de artículos de consumo fue normal, pero no es razonable que se repitan esas circunstancias más de un año después. Hay algunos establecimientos que te llevan a evocar las crónicas falta de producto de la Cuba totalitaria. Estantes medios vacíos o repletos de un artículo que se repite al infinito, lo que invita al acaparamiento y a crear un circulo de oferta reducida.
He escuchado y leído que hay preocupación porque los artículos necesarios para el Día de Acción de Gracias y la Navidad puedan faltar. Todavía más, leí una nota en un periódico de la costa del oeste que decía "muchos fabricantes han advertido a las tiendas sobre la disponibilidad de ciertos productos de cara a las celebraciones de otoño e invierno".
Confieso que como ciudadano promedio no imaginaba que el desabastecimiento pudiera extenderse por tanto tiempo y menos aún que de la noche a la mañana se presentara en el primer y mejor país del mundo, en mi opinión, una severa falta de mano de obra y problemas sistémicos como falta de lugar de almacenaje y el mal estado de las vías férreas, una situación que reflejaría la falta de previsión de la clase dirigente estadounidense, especialmente de sus gobernantes, porque descarto que ese argumento sea un pretexto similar al que usaba la dictadura castrista para justificar la escasez. Decían, "el poder adquisitivo de la población ha crecido tanto que la producción no es suficiente".
Por ultimo no quiero olvidar la inflación. Repito, solo conozco algo de economía familiar, pero los precios de los productos, particularmente del combustible, han subido escandalosamente, los de la carne están en las clásicas nubes, e ir a almorzar a un restaurant es un acto que puede poner en riesgo la estabilidad del bolsillo.
Esta semana compre un producto farmacéutico en línea que subió 18 dólares en menos de un mes y un pariente fue a comprar un auto y su amigo del dealer le dijo, "déjalo para después porque aparte de que hay poca oferta, los precios se han desbocado".
Estoy con el doctor Cárdenas. El Covid y el socialismo son dos enemigos acérrimos del ser humano.
Pedro Corzo