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Norelys Morales Aguilera.─ Quien haya escuchado las últimas palabras emitidas por radio del capitán del vuelo 455 de Cubana de Aviación, Wilfredo Pérez Pérez, a la torre de control del aeropuerto de Aeropuerto de Seawell, en Barbados, aquel nefasto 6 de octubre de 1976 no puede menos que compartir la desesperación de quien lucha ante la tragedia por evitar la muerte.“!Tenemos una explosión a bordo, estamos descendiendo inmediatamente!... ¡Tenemos fuego a bordo! ¡Solicitamos aterrizar de inmediato! ¡Tenemos una emergencia total!”
Se sabe que la aeronave, un Douglas DC-8 de fabricación estadounidense, inició un descenso rápido, mientras ambos pilotos trataban infructuosamente de llevar la aeronave de regreso al Aeropuerto de Seawell. Una segunda bomba explotó en el lapso de los siguientes minutos, contribuyendo definitivamente a que el avión se estrellase.
Como realizar un aterrizaje de emergencia ya no era posible, el capitán decidió enfilar la aeronave hacia el Océano Atlántico, salvando eventualmente las vidas de los turistas que se encontraban en las playas cercanas. El avión finalmente se estrelló a unos 8 km del aeropuerto.
Murieron las 73 personas a bordo (48 pasajeros y 25 miembros de la tripulación). Eran 57 cubanos, 11 guyaneses y 5 norcoreanos. Entre los fallecidos se encontraban los 24 miembros del equipo nacional juvenil de esgrima cubano, quienes regresaban a Cuba luego de haber ganado todas las medallas de oro en el Campeonato Centroamericano y del Caribe; varios de ellos no llegaban ni siquiera a los 20 años de edad, así como 11 nacionales de Guyana, estudiantes de medicina de sólo 18 y 19 años de edad, además de la joven esposa de un diplomático de ese país sudamericano.
Claro que no fue un accidente fatal. Se trató de un acto deliberado de terrorismo. Fredy Lugo y Hernan Ricardo fueron los dos venezolanos contratados para poner las bombas de explosivo C-4 y recibieron sentencia de 20 años de prisión. Los autores intelectuales no han sido castigados como el hecho merece. Aún vive en Miami Luis Clemente Posada Carriles y Orlando Bosch falleció en esa ciudad en total impunidad.
Un tortuoso camino judicial, complicidades y turbios manejos, tanto en Venezuela, como en Estados Unidos, hace que los familiares de las víctimas lloren a sus seres queridos, sin la justicia debida.
Por los días del suceso, Cuba no tenía pruebas concretas para acusar al gobierno estadounidense de manera oficial, sin embargo en 2005 fueron desclasificados documentos de la propia CIA donde es admitido por la Agencia que “tenía inteligencia concreta de avanzada, tan temprano como junio de 1976, sobre planes de grupos terroristas cubanos exiliados, de atacar con una bomba un avión de línea de Cubana”.
Estados Unidos protegió a sus secuaces. El mismo Posada declaró en El Miami Herald del 10 de noviembre de 1991: "El sabotaje (crimen de Barbados) fue el golpe más efectivo que se haya realizado contra Castro".
El 12 de julio de 1998, "La CIA nos lo enseñó todo, cómo usar explosivos, cómo matar, hacer bombas...nos entrenaron en actos de sabotaje".
Guillermo Novo Sampol, cómplice de Posada Carriles, en una entrevista concedida por error a la publicación soviética Literatura Gaceta, en Miami, el 29 de diciembre de 1976, declaró: "cuando mueren pilotos cubanos, diplomáticos o miembros de sus familias a mí no me causa pena, la muerte de estas personas siempre me alegra".
Cuatro décadas después, Estados Unidos, que ha sufrido en su propio país actos terroristas, apoya al terrorismo en Siria, y en el colmo del cinismo y la hipocresía con turbios fines, ha llevado al presidente Barack Obama a vetar un proyecto de ley que hubiera permitido demandar al Gobierno de Arabia Saudí en tribunales estadounidenses por su papel en los atentados del 11 de septiembre de 2001, que fue otro monstruoso acto terrorista.
Durante décadas las denuncias de Cuba fueron silenciadas y manipuladas. La Guerra Fría, acabada según creencia generalizada, mantiene sus añejos y asesinos métodos, en nuevas circunstancias y el coleteo del sistema imperialista mundial.
Nadie nunca debería admitir un acto terrorista por su esencia asesina. Los cubanos de bien, no lo harán. Pero, tampoco debe haber olvido a la impunidad, como aún no se olvida el asesinato de los estudiantes de medicina del colonialismo español en la Isla.
Si llena de pavor recordar el asesinato de quienes volaban a Cuba aquel 6 de octubre de 1976, también para los decididos a no olvidar el dolor causado, José Martí reclama: ¡Póstrense de hinojos en la tierra, tiemblen de remordimiento, giman de pavor todos los que en aquel tremendo día ayudaron a matar!