Cercando al enemigo.
«A menudo se emplean las palabras con cierta propensión a la hipérbole o incluso a la histeria —dice el Crítico—. Sin embargo, hay otras veces en las que, no por ser ajustados en su exactitud y reiterativos en el uso, ciertas expresiones alcanzan a dar cuenta de lo que se desea decir. Parece como si esos términos no llegaran a cubrir nunca la extensión de lo que el emisor pretende abarcar». Tragó saliva el Crítico y, sin percatarse de mi juego de ojos demandantes de atención, continuó: «Es más, es en experiencias así cuando uno siente que hay una especie de falla entre el pensamiento y el lenguaje, por más que tengamos claro que uno y otro son más bien una y la misma cosa». Iba a argüirle al Crítico algún reparo respecto a esa identificación de dos estancias interrelacionadas, sí, aunque bien distintas, pero sin darme opción a consumir un turno en lo que él llama, muy pomposo y por completo hipócrita, «el ordenado sucederse de las voces» —menudo es el Crítico cuando se trata de asegurar la coherencia interna del discurso—, me puso por completo de su lado al oírle concluir: «Es lo que pasa ahora con la palabra “héroe”, que se nos queda corta, muy corta, para decir lo que en verdad queremos». Qué razón tiene el Crítico. Aunque entender su parla resulte a menudo más enrevesado que descifrar el recibo de la luz....