Decía Alfonso Sánchez, en aquel delicioso cortometraje que le dedicó José Luis Garci, que él nació en Toledo pero que debió hacerlo en Murcia porque toda su gente era de aquí. En concreto, de Lorquí, donde el crítico cuenta con una calle. La guerra le sorprendería en esta localidad murciana, cuando ya había concluido sus estudios de Derecho. Finalizada esta, nunca ejerció la carrera y comenzó a escribir sobre cine, su gran pasión desde que contempló ‘Varieté’, de Fritz Lang, y lo hizo en periódicos y revistas de la época. Alternó con aquella generación irrepetible de los Jardiel, Mihura, Tono o Mingote, siendo algo menor que todos ellos. Y fue la televisión en blanco y negro la que lo consagró como el crítico cinematográfico por antonomasia, con su peculiar voz, imitada hasta la saciedad por los cómicos de aquel tiempo y esa tos machacona que le hacía fácilmente identificable en cualquier sala de proyecciones o redacción.
Por encima de las obras maestras de grandes como Lubitsch, Hitchcock, Forman o Edwards, fue un hombre que admiró y veneró a Anouk Aimée, actriz de la que solía aseverar que pudo ser la sucesora de Greta Garbo, desde que la vio en ‘Los amantes de Verona’, de André Cayatte, película en la que ella tenía apenas 14 años. “A los 16 me sentaba en el café en la misma mesa que Camus o Sartre. Jean Genet fue el padrino de mi primer casamiento”, recordaba la artista parisina, un rostro que parecía sacado de un cuadro de Modigliani y que hoy tiene 85 años. Pudo triunfar en Hollywood, “pero ella era muy bohemia, siendo capaz de estar un año desaparecida sin que nadie supiera donde se había metido”, contaba este eterno admirador. Alfonso Sánchez refería que aquella “criatura maravillosa” era, sin lugar a dudas, la mujer que más le había gustado en su vida y que ese era el tipo de mujer soñado. En cuantos festivales coincidía con la actriz francesa, Sánchez sobornaba a los camareros en las comidas y cenas para que cambiaran su nombre de sitio y siempre lo colocaran junto a ella. “El destino, que nos une”, le decía ensimismado, hasta que ella lo descubrió ‘in fraganti’ en el certamen de San Sebastián entregando una propina a uno de los empleados del restaurante. Contaba con su ironía habitual que esta mujer había sido el gran fracaso de su vida y que, aun siendo un soltero impenitente, si ella lo llamara por teléfono para pedírselo, se casarían esa misma tarde. Su papel en ‘Un hombre y una mujer’, de Claude Lelouch, encumbró a Anouk Aimée como candidata al Oscar hace ahora medio siglo.
Alfonso Sánchez murió en septiembre de 1981. Meses antes había acudido al festival de Cannes en contra del consejo de sus médicos, tras sortear una afección pulmonar. Tenía 70 años, que había cumplido en el hospital donde estuvo ingresado. Lo celebró con familiares y amigos y dejó dicho que él solo cumplía películas, de las que aseguraba que solía visionar unas cuatrocientas al año. A quien no pudo ver fue a su amigo Garci, que confesó que se aficionó al cine leyendo sus artículos en la ‘Hoja del Lunes’, recoger el Oscar por ‘Volver a empezar’. En cambio, tampoco tuvo que tragarse ninguna interminable y soporífera gala de los posteriores premios Goya.
[‘La Verdad’ de Murcia. 13-2-2018]