Diamela Eltit (Santiago de Chile, 1949) publicó su primera novela en 1983, "Lumpércia" se titulaba. "El cuarto mundo" fue la tercera, escrita en 1988 (y rescatada hace poco, en 2022, por la Editorial Periférica) y después llegaron muchas más (11 novelas, y algunos ensayos y libros de testimonios, más de veinte obras en total). Y llegaron también los Premios y reconocimientos literarios, como el Premio Nacional de Literatura de su país en 2018 y el prestigioso Premio de la Feria Internacional del Libro de Guadalajara de Literatura en Lenguas Romances en 2021.
Os anticipo y reconozco que recién acabada esta lectura, estaba decidida a no hacer reseña. Por varios motivos, pero sobre todo porque no tenía ni idea de qué había estado leyendo y porque es la novela más extraña que he leído nunca, en toda mi vida (al menos que haya conseguido terminarla) y no sabía por dónde pillarla. Pero después de darle vueltas y más vueltas, me fue surgiendo el esbozo en mi cabeza de lo que quería contar, destacar sobre ella y, teniendo en cuenta que la autora lo vale, mucho, pues. . . ¡ahí va!.
La trama a grandes rasgos sin spoiler
La novela tiene dos partes bien diferenciadas, tituladas: "Será irrevocable la derrota" y "Tengo la mano terriblemente agarrotada". La primera, está contada a través de la voz del hermano mellizo, y la segunda, a través de la chica. Pero resulta que no es que se cuente lo mismo desde distintos puntos de vista, no, es como si de repente tras las palabras de él y a partir de un momento determinado, ella tomara el relevo de la narración de cosas distintas y momentos distintos.
El primer párrafo de la historia es el del pasaje destacado arriba. El chico en modo cigoto y desde su apacible devenir en las aguas del líquido amniótico de la panza de la madre, empieza a contarnos en primera persona cómo fueron engendrados tanto él como su hermana melliza (no gemela como se plasma en la sinopsis oficial, son cosas distintas), cómo es, ve y siente él el embarazo y cómo ahí, en el vientre materno compitiendo por el espacio vital, comienza a forjarse y a estrecharse el vínculo entre los dos hermanos, y entre ambos y la madre, conectando con ella a través de los sueños.
Toda esa rutina constituía para mí una falta radical de estímulos que no me permitían sustraerme de mi hermana melliza, quien me rondaba. Aun sin quererlo, se me hacían ineludibles su presencia y el orden de sus movimientos e intenciones. Pude percibir muy precozmente su verdadera índole y, lo más importante, sus sentimientos hacia mí. Mientras yo batallaba en la ansiedad, ella se debatía en la obsesión. Ante cada centímetro o milímetro que ganaba se le desataban incontables pulsiones francamente obsesivas. Su temor obsesivo se inició en el momento de su llegada, cuando percibió angustiada la real dimensión y el sentido exacto de mi presencia. Buscó de inmediato el encuentro, que yo, por supuesto, evadí guardando con ella la mayor distancia posible.
Después, ya afuera, nos sigue haciendo partícipes de sus propias percepciones del mundo que los rodea: de como es la relación con su hermana mientras continúan compitiendo siempre por la atención de los padres, del nacimiento de la tercera hija, María de Alava, la preferida de los progenitores. De cómo mientras los tres crecen, el hermano varón tiene su primera experiencia sexual perdido entre los rincones de la ciudad con una "sudaca" y el padre sigue a escondidas a la madre a su última cita para poder descubrirla siéndole infiel con su amante, y como finalmente, toda la familia se aboca a encerrarse en la propia casa.
Repudiándome a mí mismo, engarcé todas las piezas de la escena. Grácil como una pantera y sensual como una cortesana oriental, borré al muchacho de su mente. Me valí de una graciosa aunque insignificante muchacha sudaca que, sin entender lo que estaba haciendo, accedió a mi pedido. Con lentitud y suavidad realcé el recorrido de mis dedos mientras mis músculos me seguían, extraordinariamente sagaces. No hubo final ni consumación, tan sólo el poderío de la muralla de piedra que brillaba con la fama del último sol del atardecer.
En la segunda parte, narrada por la melliza también en primera persona, parece que el sexo ha inundado la casa, el deseo sexual ha invadido a todos sus miembros. Hay sexo de todos con todos, entre los padres, entre los hermanos mellizos, entre María de Alava y el mellizo, entre el padre y María de Alava, entre el padre y la melliza. Además el mellizo se ha travestido y ahora es María Chipia, aunque se sigue hablando de él en masculino. Un jaleo, vamos. . .
El acto quedó sellado. Para entenderlo era preciso repetirlo hasta borrarlo. Pisoteando a esa virgen suya que llamaba el mal, que significaba el mal, María Chipia se dobló en el suelo y su boca mordió el polvo. Desnudo, como hijo de Dios. Me debatí en la mancha de sangre. Iracunda, como hija de Dios. (El niño venía en la paz cetrina de su mal semblante.) Me incliné para excusarme por mi sexualidad terrestre. María Chipia y María de Alava apelaron al erotismo de las masas. Yo, una de ellos, caí en laxitud después de la lujuria, sin forma ni cuerpo y con una espantosa fractura moral.
Y hasta ahí puedo contar. . .
Los puntos fuertes de la novela
✔ Los temas que trata son variados, los que conseguí comprender: el incesto, la violencia relacionada con el sexo, el travestismo y la identidad de género, la sexualidad durante el embarazo, los lazos profundos y la fusión íntima que suele crearse entre mellizos, los celos, la envidia entre hermanos, el competir entre ellos por la atención y el cariño de la madre. Pero por encima de todo, la novela se sumerge en las profundidades del mundo íntimo de la familia, como entidad y consigue destruir de un plumazo todo lo que se considera "normal" en ella. Se desmenuza la maternidad y todos sus vínculos relacionados, vínculos entre marido y mujer, entre hermanos, entre padres y hermanos.
Los celos se superponían al odio; el odio, al abandono; el rencor parecía un vigía que anunciaba el cataclismo de mi mente. El sufrimiento que invadía mis días hacía que temiera cada amanecer. Decidí, en el límite de mis fuerzas, intentar una ofensiva para aniquilar a mi hermana melliza: que se hiciera visible que había jugado su último juego conmigo.
Pero también aborda ciertas problemáticas sociales como la identidad de los latinoamericanos, lo sudaca (un término que usa muchísimo en la novela), lo mestizo, la marginación de clases en Chile en medio del ambiente agobiante de un país que está sufriendo cambios, en el final de la dictadura (con la "ciudad en venta", como dice en la novela).
✔ Desde el primer párrafo ya percibes el increíble dominio del lenguaje por parte de la autora, y su excepcional e inabarcable imaginación. Pero su prosa, dotada de abundante lirismo, me resulta desbordante, para mí excesivo.
Atrapados por fuertes dependencias, cautivo de mi absoluta inmadurez, casi en el centro mismo de la inconciencia, volví a rozar a mi hermana, solapado en la plenitud de la noche. Mi cuerpo, inteligente y lúcido, escindido por lo absurdo de su pequeñez, la encontró cálida en su modorra, sabia en sus inicios, bestial en sus pulsiones.
Su mérito tiene, claro, enorme e inestimable, una cosa no quita la otra, porque no es fácil escribir así, sé que es un don. Pero yo, personalmente, lo aguanto e incluso lo admiro durante las primeras cincuenta páginas, ya después como que se me hace bola, por denso, por espeso. Y es que muchas veces, me costaba entender qué me estaba diciendo, sobre todo a partir de la mitad en adelante y debo admitir que al final, la lectura se me ha hecho bastante cuesta arriba, porque a veces debía leer dos y tres veces las frases, los párrafos para comprender. Puede que también algo haya tenido que ver el idioma, los entresijos del argot chileno, aunque es cierto que tampoco es que me haya encontrado con demasiadas palabrejas de esas incomprensibles de la jerga.
Se creyó acompañada por la voz desgarradora y atómica de una mujer negra que le abría las piernas para llevarla al final, en un himno marginal y solemne [...] Entendió que el placer era una combinatoria de afinidad de desperdicios y excedentes evacuados por el desamparo del mundo; entonces, pudo honrar a los desposeídos de la tierra, gestantes del vicio, culpables del crimen, actuantes de la lujuria.
✔ También se percibe que el argumento está hasta arriba de simbolismos, de metáforas y alegorías, de cosas que no se dicen pero que se sobreentienden (aunque seguro que algunas no las pillé, no las entendí). Y es que, hay que tener en cuenta que fue escrita en plena dictadura, en pleno régimen de Pinochet. Me pregunto, ¿artilugios de la autora para evitarse problemas? Es probable. . ., o igual es que ella escribe así siempre, nunca lo sabré.
✔ Con todo, sí me queda claro que es una novela rompedora de tabúes, extravagante, totalmente atípica, trasgresora, y eso es algo que de buenas a primeras me atrae, ya sabéis que me atraen este tipo de rarezas, pero esta, en concreto, me ha sobrepasado y mira que experiencia lectora no me falta, con años y cientos de libros a mis espaldas. Respecto al final. . ., no es que haya un final propiamente dicho, pero me ha gustado el dato metaliterario que introduce la autora en la última frase del libro, una frase que te deja con los ojos como platos ¿perdonaaaa?
Resumiendo: "El cuarto mundo" es una novela escrita con una prosa deslumbrante, pero que no considero apta para todo tipo de lector (casi ni siquiera para mí misma) por complicada, por rebuscada, de esas que requieren de tus cinco sentidos o mas si los tuviéramos, máxima concentración para no perderte entre el barullo de sus excesos.
Su encuentro con el amor materno fue la primera experiencia real que tuvo, y la encandiló como a una adolescente alucinada por el poder de los sentidos. Plena en su estado, se volcó a nosotros, amparándonos del peligroso afuera.
¿Os recomiendo leer esta novela? Pues la verdad es que no, por todo lo que os he explicado arriba y porque, aunque es un libro no demasiado extenso (152 páginas ), me ha resultado una lectura difícil de desentrañar que me ha robado demasiado esfuerzo, y que finalmente solo me ha dejado una certeza, la convicción de que no repetiré con la autora por muy buena que sea, que lo es. Vosotros mismos. . .
Mi nota esta vez no es la máxima, para variar: