Tal vez son estos últimos días de septiembre y el coletazo final al verano que va agonizando. O que hoy llené una hoja de tareas por hacer que se acumulan ya a las inconclusas de la semana pasada. Puede, además, que tenga que ver la noticia que escuchaba mientras preparaba la comida de hoy -ligera ensalada con un pequeño filete- sobre los comienzos de movilizaciones de mi compañeros de la enseñanza pública.
Él me dice muchas veces que esta vida elegida no es ni mejor ni peor que la que dejé atrás -o ni siquiera conocí-, sino que es diferente. Es otra que ni planeé ni soñé.
Tal vez, si volviera hacia atrás, hoy sabría a ciencia cierta que no hubiera dedicado once inútiles años a tocar el piano con más o menos gracia ni a saber leer un pentagrama en cuatro claves distintas. Puede que, por fin, mi padre se hubiera convencido de que mi tiempo habría estado mejor empleado -mejor persona, mayor felicidad- en ir a clase de dibujo y pintura -como yo siempre pedía, año tras año, ante la puerta de la secretaría del Conservatorio.
Sin duda, además, volviendo hacia atrás, optaría por aprender de una vez, decentemente, idiomas -o, al menos, a saber hablar fluidamente en inglés, pardiez. No tengo muy claro si, además, hubiera dedicado dos años de mi vida a estudiar Arqueología -en vez de invertirlos en Historia Antigua y Medieval-, pero estoy convencida de que, de ser así, habría intentado luchar por mi sueño -durante un tiempo, al menos. Y entonces, seguramente, no le habría conocido a Él, y sería Otro, quizá, o tal vez Nadie, no lo sé.
Y no estaría dedicada a la enseñanza, sino en la puertas de un Museo, o de Patrimonio, o en el Archivo. Ignoro entonces si sería yo misma o un remedo de mí, o puede que otra persona diferente parecida a quien soy.
No me hagáis mucho caso hoy. Es que tengo la libreta azul llena de tareas que no me apetece nada hacer...
