Una de los pocas producciones, que pudo hacer sombra a la gran y positiva cinta de Disney el año pasado, Big Hero 6, en la lucha por el Óscar a la Mejor Película de Animación, fue El cuento de la princesa Kaguya, que por fin se ha estrenado en España.
Una pareja de entrañables ancianos se encuentran a una niña diminuta y la cuidan con mimo hasta que se acaba convirtiendo en una guapa mujer, pretendida por todos, que esconde un secreto.
El encargado de llevar a cabo este proyecto ha sido Isao Takahata, uno de los estandartes de los estudios Ghibli junto al inolvidable Hayao Miyazaki. A este cineasta lo recordamos por un dramón de dibujos animados, llamado La tumba de las luciérnagas, así como obras maestras de la televisión como Heidi o Ana de las tejas verdes. Y si hace 2 años se despidió Miyazaki con El viento se levanta, el año pasado fue el turno de la otra estrella del anime japonés que, en teoría, se despide con El cuento de la princesa Kaguya, basada en el cuento popular del siglo IX: El cortador de bambú.
Sin embargo, no se engañen, el realizador de este largometraje hace un tipo de animación más apropiada para el público adulto que para el infantil. Las situaciones vividas te acaban dejando tocado, acuérdense de la serie Marco. Podemos decir que el punto luminoso de los estudios Ghibli lo pone Miyazaki, mientras que Takahata presenta un toque más pesimista. Algunos pueden pensar que la cinta se alarga innecesariamente y no les quitamos la razón porque 137 minutos nos parecen excesivos, teniendo en cuenta la parsimonia nipona. Lo que pasa es que se recrea en los paisajes, a cada cual más bonito, ya que cada plano es un cuadro que merecería una exposición.
Esta producción intenta concienciarnos de que la ambición del ser humano puede ser un obstáculo para disfrutar con las personas a las que queremos. Por otra parte, su visionado nos sugiere que la felicidad no la da la posición social, sino el saber mirar al corazón de los demás. Por último, el valor de la acogida tiene gran importancia en este relato y la escena de bella factura, donde la princesita gatea y da los primeros pasos, expresa esa idea (publicado en Páginas Digital).