"Ni siquiera los mejores cuentos de Navidad pasaban de ser sueños fantasiosos, cuentos de hadas para adultos, y yo jamás me permitiría escribir nada que se le pareciera."
Érase una vez un escritor que recibió el encargo de escribir un cuento de Navidad. "¿Qué sabía yo de la Navidad?", se preguntaba. Decidió arriesgar, ser él mismo, dejar su huella en la narración, nada de la sensiblería típica en estas fechas de las que muchos disfrutamos. Sucedió que el autor huyó de los ángeles, de las visitas divinas, de las hadas, de los fantasmas y los diversos espíritus navideños.
Para su encargo, mi querido "escritor platónico" recurrió a Auggie Wren (el personaje que posteriormente daría lugar al guión y a la película "Smoke"), el dueño de un estanco sito en Brooklyn, un peculiar fotógrafo que inmortaliza el paso del tiempo haciendo fotos de la misma esquina de la calle todos los días a la misma hora. Será él el que nos cuente una anécdota acecida en su vida años atrás, en Navidad. Para ello, la narración se acompaña de preciosas ilustraciones de Isol Misenta. De modo que Paul Auster se deja llevar de nuevo por la campechanía de las personas anónimas, esas que tienen luces y sombras, que podríamos conocer o encontrarnos en cualquier parte, y que siempre tienen algo que contar. Personas cuyas vidas se cruzan por casualidad y dan lugar a un sencillo y maravilloso cuento de Navidad. Un cuento desprovisto de sentimentalismo fácil, con una narración de lo más sencilla. Una breve historia donde el milagro navideño viene de la mano de la persona que menos esperamos. Porque a veces nuestra simple presencia y compañía constituye el milagro de otro ser humano. Y así fue como Paul Auster volvió a conquistar mi corazón lector...."Tenía razón, desde luego. Si no miras con detenimiento, nunca conseguirás ver nada".
**Ayer hizo un año que conocí personalmente a Cuentalibros. Este libro fue el primer regalo que me hizo (me lo dio sin envolver, pero bueno). Gracias, por todo.