Revista Opinión
Érase una vez un lejano país gobernado por un dadivoso rey. El rey, comprometido con la salud de sus ciudadanos, se propuso crear un sistema sanitario lo suficientemente grande para que fuera la envidia de los países vecinos. Completamente gratis.
-Cualquier problema de salud será diagnosticado precozmente -sentenció una mañana en su parlamento- y todo el mundo tendrá derecho al mejor tratamiento, sin importar lo que cueste.
El ministro de Sanidad, preocupado por cómo llevar a cabo un proyecto tan difícil, pasó varias semanas dando vueltas en la cama y sin poder pegar ojo. Finalmente, un jueves a mediodía, salió de su dormitorio y pidió que lo llevaran junto al rey, que se encontraba tomando el té de las cinco.
-Su majestad -interrumpió al monarca, que sorbía su Earl Grey con la educación propia de su condición. Sólo se me ocurre una solución para poder cumplir su promesa. Hagamos que los habitantes acudan al médico por cualquier problema de salud que tengan, por nimio que resulte. Da igual que éste sea un golpe de tos o dolor en una uña. De este modo, cualquier enfermedad se detectará muy rápido y en una fase inicial, por lo que el tratamiento será más barato.
El iluso rey se emocionó tanto, que se le cayó en el té su pasta de mantequilla y ni siquiera se molestó en rescatarla. Por fin se vio capaz de cumplir su sueño y su país pudo gozar de inimaginables prestaciones sanitarias para todos: lo más novedoso en técnicas diagnósticas y lo más puntero en tratamiento.
Sin embargo, una fría mañana de diciembre, el ministro de Economía consultó preocupado al rey. Las cuentas no salían. Entonces, el rey propuso una solución: quiso que los ciudadanos aportaran una cantidad insignificante de dinero cada vez que necesitaran atención sanitaria. Después de todo lo que el país les había dado, los habitantes no podrían negarse a una medida como ésta.
Lamentablemente, éste es un cuento que no tiene final; o al menos, el final no lo conocemos todavía. Algunos piensan que el rey fue un inconsciente; otros, que la población fue una desagradecida.