Vesalius, retratado en un grabado de su obra
Los amables lectores que visitan estas páginas ya saben de mi fascinación por el cuerpo humano y por ese estrecho vínculo que existe entre cuerpo y mente. ¿Qué mejor manera de conocer esa compleja máquina que a través de la anatomía? Las láminas de los anatomistas antiguos conjugan de manera admirable ciencia y arte, y entre ellas quizás algunas de las más notables son las de Andreas Vesalius (1514-1564). Vesalius (se le conoce por la versión latinizada de su nombre auténtico, que era Andries van Wezel) fue el hombre que revolucionó el estudio del cuerpo humano a mediados del siglo XVI, quien cuestionó muchas de las enseñanzas de Galeno que hasta entonces se habían tenido por indiscutibles (como la creencia de que el hígado humano estaba dividido en cuatro lóbulos), el que inició verdaderamente la investigación anatómica y fisiológica desde un punto de vista científico y el primero que supo ilustrar sus disecciones no sólo con absoluta corrección, sino con verdadero talento artístico, en su magna obra De Humani Corporis Fabrica, publicada en 1543. Pues aunque Vesalius era muy consciente de que nada sustituye a la observación directa sobre la mesa de disecciones, sabía bien que no era fácil para los estudiantes (ni, de hecho, para casi nadie, ya que la Iglesia miraba estas actividades con desagrado) acceder a ellas. Por ello encargó a su costa en el taller de Tiziano en Venecia una serie de hermosos grabados en madera que se convertirían en la pieza central de su obra.Pero Vesalius no pretendía que su obra se mirase únicamente, sino sobre todo que se leyese. Además, dado que las ilustraciones bidimensionales no son capaces de representar con exactitud una realidad tridimensional, a Vesalius le interesaba que sus lectores se quedasen con una imagen mental lo más exacta posible de ese cuerpo que quizás deberían abrir a ciegas. Para ello, llenó el texto de potentes metáforas y analogías, sacadas en su mayor parte del mundo más cercano a sus lectores: Vesalius describe las venas y arterias como cañerías, el líquido sinovial como aceite, y ve las calles de una ciudad en el sistema digestivo y el esqueleto como las paredes y vigas que sostienen un edificio, mientras que los ligamentos se asemejan a riendas y poleas. Para describir los músculos, recurre a imágenes como una pirámide, la letra C o el hacha de un carnicero. Unas imágenes tan efectivas que lograron por un lado desmitificar el interior del cuerpo humano y por otro acostumbrarnos a verlo como una máquina, como todo un mundo complejo en funcionamiento. Desde entonces, innumerables médicos y docentes han recurrido a las metáforas acuñadas por Vesalius, que -siglos antes de la invención de las ecografías- tienen la virtud de dotarnos de toda una imaginería para visualizar todos aquellos órganos ocultos a la vista, pero parte integral de nosotros mismos.
La indudable belleza del esqueleto.
¿Estará meditando sobre la brevedad de la vida?