AUNQUE NOS PILLE algo lejos de Madrid, me apetecía referirme al rescate por parte del Banco de España de CajaSur, entidad de la Iglesia católica. El inesperado rechazo a fusionarse con la poderosa Unicaja tras un año de negociaciones obliga a que, una vez más, seamos los contribuyentes los que tengamos que pagar los errores de una nefasta gestión. Casi 600 millones de euros nos va a costar esta aventura, cuya ética no brota precisamente del Evangelio. Con todo y con eso, lo que más chirría es que sea, precisamente, el Obispado de Córdoba, a través del sacerdote Santiago Gómez Sierra, el que haya defendido la intervención en lugar de la fusión. Dicen, los que saben esto, que su rechazo se debió a los constantes enfrentamientos con el presidente de Unicaja, Braulio Medel, próximo al PSOE.
Son muchos, y con razón, los que se preguntan cómo demonios es posible que un canónigo pueda estar al frente de una entidad bancaria y ya, por rizar el rizo, cómo se entiende que un cabildo catedralicio como el de Córdoba pudiera haber fundado una entidad bancaria. Sorprende, igualmente, el hecho que incluso hasta el año pasado, cuando la burbuja inmobiliaria había estallado, esta singular entidad siguiera apostando por el negocio del ladrillo e inyectando decenas de millones.
Parece evidente, visto lo visto, que no es lo mismo gestionar el cepillo del templo que el dinero de los impositores. Y la prueba es que sólo el año pasado CajaSur perdió la friolera de 600 millones de euros. Algunos sospechan que con su negativa a fusionarse lo que ha tratado de hacer el ya ex presidente de CajaSur ha sido poner a salvo el patrimonio de la Iglesia. Definitivamente, por si cabía alguna duda, su reino sí es de este mundo.