El barrio de Santa Eulalia es, junto el del Centro, uno de los centros históricos a partir del cual se desarrolló lo que hoy conocemos como L'Hospitalet de Llobregat. La historia de este barrio, separado de Barcelona por el cauce de la Riera Blanca, retrocede hasta el tiempo de los iberos ( ver El silo ibérico de La Torrassa, el ignorado socavón de 2500 años de historia), si bien fue durante la época romana, con la construcción del ramal de la Vía Augusta que es la actual Calle -o Carretera- de Santa Eulalia y el avance del Delta del Llobregat, que se definirá el espacio físico de este importante barrio hospitalense. No obstante haríamos mal en quedarnos mentalmente en aquella época para averiguar el porqué de que hoy el barrio sea así ya que, si bien la Carretera Provincial ( ver El invisible y superviviente mojón histórico de la calle Enric Prat de la Riba) es crucial en su historia, la estructura actual del barrio no se entendería sin una de las más importantes, trascendentes y olvidadas infraestructuras de toda Catalunya: el Canal de la Infanta.
En este artículo no voy a detallar la historia del Canal de la Infanta, habida cuenta que ya dediqué un exitoso post en Memento Mori! a explicarla ( ver El Canal de la Infanta o la trascendencia histórica de un patrimonio olvidado ), pero cuando este canal de riego llegó a Santa Eulalia entre 1819 y 1820 enganchado al talud que lo separa de La Torrassa -posteriormente ocupado por la vía del tren y conocida hoy como " Cornisa Verde"- significó darle la vuelta al barrio como un calcetín. La llegada del agua a manta procedente del Llobregat a una zona de agricultura de secano hizo que los propietarios dibujaran una densa red de acequias que, bajando del canal principal -que se encontraba entre los 20 y 17 metros de altitud y al cual "pinchaban" perpendicularmente- diesen servicio de riego a los campos del lugar.
A mediados de siglo XIX, la expansión de Barcelona (que había empezado a tirar sus murallas) hace que las industrias abandonen la ciudad y busquen instalarse en los pueblos de alrededor -Sants, Gracia, Les Corts...- aprovechando los precios más baratos del terreno y la menor conflictividad laboral. El barrio de Santa Eulalia, colindante con Sants, se aprovechó del paso de la Carretera Provincial para ubicar algunas fábricas (Tintes Pareto, por ejemplo) y empezó a crecer a lado y lado de dicha carretera. Evidentemente, si vienen las fábricas, los obreros vienen detrás y, a parte de crearse viviendas para acogerlos al borde de la actual Calle de Santa Eulalia, se construyeron viviendas aprovechando la parcelación de los terrenos agrícolas y sus caminos de acceso. Terrenos y caminos que, la mayoría de las veces estaban limitadas por los trayectos de las acequias del Canal de la Infanta que aún daban servicio a los numerosos campos de la zona.
Pese a esta incipiente industrialización, Santa Eulàlia de Provençana era un barrio eminentemente agrícola pero con unos primeros centros industriales dispersos. No obstante, el continuo ensanche de Barcelona hizo que, a finales del siglo XIX, acabase por absorber los pueblos más cercanos - Sants entre ellos-, pasando a colindar directamente con Hospitalet. Esta nueva situación hizo que los terrenos rurales de Santa Eulalia acogieran cada vez más industrias (Can Trinxet, Aprestadora Española, Fundición Escorsa...) y más viviendas para sus trabajadores en las proximidades. La Exposición Universal de 1929 (por la cercanía geográfica de la montaña de Montjuïc) y la llegada del Metro ( ver El puente de la Torrassa, el metro y el fallido intento barcelonés de anexionarse L'Hospitalet) dieron la puntilla urbanizadora a la barriada siguiendo, como siempre, la planificación determinada por las acequias. Unas acequias que, ante la progresiva pérdida de su uso agrícola original, comenzaron a ser utilizadas como alcantarillas.
Tras la Guerra Civil, el crecimiento descabalado del negocio inmobiliario durante el franquismo hizo que, los pocos restos de campos que aún quedaban en el barrio y que aún se regaban con agua del Canal, fueran convertidos en tocho y cemento a la misma velocidad endiablada con que arribaba la gente de fuera a nuestra ciudad. Ello, además de forzar la cobertura de la red de riego, posibilitó la fosilización en la estructura urbana de las antiguas acequias, las cuales pasaron a ser canalizaciones entubadas en las que abocar los residuos humanos (no existía el más mínimo alcantarillado planificado) y pasando a ser, en muchos puntos, la separación física entre los edificios.
En la actualidad el canal principal está totalmente cubierto y convertido en un gran colector que pasa paralelo a las vías del tren y bajo el edificio histórico de las cocheras del Metro. Por su parte las acequias menores, que antaño conducían el agua a las huertas, han formado la red de alcantarillado del barrio debido a su útil pendiente hacia mar, así como buena parte de la estructura de calles que podemos encontrar entre la Carretera de Santa Eulalia y la Gran Vía.
En definitiva, que aunque no lo parezca, e igual que pasa en el resto de L'Hospitalet, el barrio de Santa Eulalia que podemos ver, disfrutar y -demasiadas veces- padecer hoy en día, ha sido dibujado por el esfuerzo y el sudor de unos agricultores que, a golpe de azadón, abrieron las acequias con las cuales llevar la vivificante agua del Canal de la Infanta a regar sus campos. Una historia que, ignorada por la gran mayoría de sus habitantes, deberíamos tener más presente de lo que la tenemos.
Y es que, una ciudad sin pasado es, sencillamente, una ciudad sin futuro.