Nos pusimos en Filmin con la Anatomía de un Dandy, la película documental sobre la vida de Francisco Umbral. Complementa bien lo que cuenta Anna Caballé en El frío de una vida, su biografía más precisa. El documental recorre bien la vida del que quizá fue el mejor prosista de la España del último tercio del XX. El primer columnista al que empecé a seguir, ya en su época en El Mundo. Aún tengo guardadas, en la mi casa, recortes con varios de sus placeres y sus días.
Mi problema es que leía el libro de Caballé antes de haber sido padre, y claro, no fui consciente de cómo quedó marcado tanto por una infancia fría -sin padre y con una madre que muere cuando él es joven- y la muerte de su único hijo, Pincho, cuando apenas tenía cinco años, víctima de una leucemia cruel. Descubro que fue un padre entregado a su hijo, quizá recordando el amor que no tuvo de niño. Es imposible ver esas escenas, si eres padre, sin un nudo en la garganta: hacia la mitad del documental, hablando de esta muerte, una confesión que creo que solo entiendes si has sido padre. “El niño ya es sagrado”. “El hijo se constituye en criatura aparte de la creación”. La madre, María España, diciéndole a su marido: “mejor no nos vamos a cambiar de barrio por si vuelve Pincho”. Un golpe desolador, como del odio de Dios que escribió César Vallejo.
No llegó a asimilar nunca la muerte del hijo-niño: España y él quedaron “mortalmente vivos” y “ensordecidos de tragedia” como escribió en Mortal y Rosa. Umbral nunca se recuperó. Dirigiéndose al niño, a la eternidad, y quizá a todos nosotros, confiesa que “Solo he vivido cinco años de mi vida, los cinco años que vivió mi hijo. Antes y después, todo ha sido caos, y crueldad”.
Un documental tan magnífico como desolador...