Revista Opinión

“El daño ya está hecho” en las relaciones entre Cuba y EEUU

Publicado el 28 noviembre 2019 por Santamambisa1

“El daño ya está hecho” en las relaciones entre Cuba y EEUU

Por Dianet Doimeadios y Edilberto Carmona

¿Cuándo llegará el tiro de gracia a la saga construida en torno a La Habana y un supuesto síndrome? Quizá dentro de 37 años, según pronosticó en mayo el Departamento de Estado. El abuso de la imaginación y la calumnia deberían tener límites también para “el imperio más poderoso”. Demasiadas invasiones y “espléndidas guerritas” han tenido como preludio un arsenal de mentiras, pero el hecho es que la historia de los incidentes de salud reportados por diplomáticos estadounidenses en Cuba, sencillamente, no da para más.

“El daño ya está hecho, ya cumplió su objetivo y el tema sigue siendo un pretexto conveniente para justificar lo que de otra manera no tuvo, no tiene ni tendrá sustento. Sobre una acusación falsa se montó una escalada de declaraciones y acciones que endurecen el bloqueo y redoblan la hostilidad contra nuestro país”, dice a Cubadebate Johana Tablada de la Torre, subdirectora general de Estados Unidos del Ministerio de Relaciones Exteriores de Cuba.

En agosto de 2017, los titulares esparcían la noticia: diplomáticos de EE.UU. fueron blanco de “ataques acústicos” en Cuba. El Departamento de Estado alegó que al menos 22 personas se vieron afectadas por una pérdida auditiva inexplicable a partir del otoño de 2016. La reacción desmesurada no se hizo esperar.

El Gobierno de los EE.UU. expulsó a 15 diplomáticos cubanos de Washington y retiró a la mayoría de los suyos de La Habana. Luego, cerró el consulado en la Isla. ¿Qué evidencias condujeron a dar por cierta la acusación y tomar las medidas más leoninas? Ninguna, hasta hoy.

Tras la fabricación para la opinión pública de un arma sónica made in Cuba, vinieron la hipótesis de un virus, la teoría de las conmociones cerebrales, el trauma emocional, las microondas, el ataque de pánico, el miedo masivo y hasta los grillos. Insólito, en apenas 75 segundos, Google ofrece dos millones de referencias sobre esta historia contada con demasiada ficción.

“Es evidente que con un mínimo de información se ha armado una campaña que politizó los incidentes de salud con intenciones demostradas de utilizarlos en una forma negativa contra Cuba”, asegura el Doctor en Ciencias Mitchell Joseph Valdés-Sosa, director general del Centro de Neurociencias de Cuba.

El neurocientífico cubano asevera que las tres publicaciones científicas realizadas por expertos estadounidenses para explicar causas y efectos de los supuestos incidentes presentan serios problemas desde el punto de vista médico. “Con el tiempo se ha ido desinflando toda esta historia; cada vez hay un cuestionamiento más fuerte por la comunidad científica internacional”, apunta.

Mitchell Joseph Valdés-Sosa explica que tanto los investigadores de la Universidad de Pennsylvania, a quienes el Departamento de Estado encargó realizar las pruebas a sus diplomáticos, como los de la Universidad de Miami (UM), hicieron declaraciones a la prensa y presentaciones públicas en las que hablaron de distintas armas misteriosas, pero sin ninguna base científica. Inclusive, sus hallazgos se contradicen.

Muchas teorías… ¿y evidencias?

“No negamos que los diplomáticos estén enfermos, sino que lo están por diversas causas: por algunas enfermedades preexistentes, y otras que quizás adquirieron aquí. La mejor forma de tratar a esas personas es demostrar que no existe ese agente externo y que no fueron sometidos a ningún ataque con armas misteriosas. Parte de la cura es eliminar la duda en los sujetos y ayudarlos a encontrar la verdadera explicación de cuáles son los problemas que están presentando”, considera el neurocientífico cubano.

¿Enfermedades preexistentes?

En febrero de 2017 se publicó que los “ataques sónicos” ocasionaron pérdidas auditivas, certificadas a partir de las pruebas clínicas aplicadas, a tres diplomáticos de EE.UU. Tras examinar lo publicado hasta hoy, los estudios estadounidenses reconocen que dos de ellos ya tenían pérdidas auditivas preexistentes.

El problema, lejos de ser en masa, se convierte en un pequeño grupo de personas, no más de tres, de las cuales a dos ya se les había diagnosticado la pérdida antes de venir a Cuba. Este es un ejemplo del uso irresponsable de la información. La pérdida auditiva no es parte del cuadro.

Recientemente, el Dr. Robert Bartholomew, sociólogo americano residente en Nueva Zelanda, y el neurólogo Robert W. Baloh, de Los Ángeles, publicaron un nuevo informe científico donde demuestran que las teorías sobre armas sónicas, microondas, ataques o intención de dañar a los diplomáticos estadounidenses carecen completamente de sustento.

En la revista británica Journal of the Royal Society of Medicine, los investigadores afirman que “la evidencia política y científica de la perpetración de un ataque contra el personal de la embajada de Estados Unidos en Cuba no es concluyente”.

Los autores cuestionan que los estudios anteriores sobre el “síndrome de La Habana” tenían “fallas críticas de diseño”.

“Lo más importante es la ausencia de evidencia de que el personal haya estado expuesto a una fuente de energía o toxina”, señalan.

La investigación –citada por Dominio Cuba– añade que “nada prueba adecuadamente las hipótesis que proponen (otras investigaciones), al tiempo que se promueven explicaciones exóticas que no están respaldadas por los hechos. Nuestras conclusiones se basan en la ciencia prosaica y conocida… No hay necesidad de recurrir a explicaciones exóticas. Las afirmaciones de que los pacientes sufrían daños cerebrales y auditivos no están respaldadas por los datos”.

“¿Qué es más probable, que los diplomáticos fueran el blanco de una nueva arma misteriosa, de la que no hay evidencia concreta, o que sufrieran síntomas psicógenos inducidos por el estrés?”, se preguntan los científicos. Sus conclusiones apuntan a este último escenario.

Acuso y reservo “las pruebas”

La primera notificación de los alegados sucesos acústicos llegó el 17 de febrero de 2017; de inmediato, las autoridades cubanas asumieron con suma seriedad las informaciones trasladadas por los estadounidenses.

Por entonces, se creó el comité de expertos cubanos para estudiar los hechos, que dos años y nueve meses después no ha podido acceder a la información necesaria para encontrar una respuesta a los célebres y mediáticos incidentes.

En su oficina del Centro de Neurociencias de Cuba, Mitchell Joseph Valdés-Sosa reflexiona: “Si los supuestos hechos ocurrieron en La Habana, la participación de Cuba era decisiva”. Pero, evidentemente, otras intenciones complicaron la colaboración.

“No es lógico que hayan acudido a la prensa para divulgar teorías que no están confrontadas con la realidad. Lo que vimos en los medios es el resultado de una campaña bien estructurada, con el propósito manifiesto de divulgar y replicar elementos negativos sobre Cuba, un intencionado esfuerzo de manipulación política”, refiere el científico cubano.

La única base para llegar a conclusiones es observar los hechos, discutir y confrontar los hallazgos científicos, explica Valdés-Sosa. “El Gobierno de los EE.UU. no ha colaborado con Cuba, no ha compartido información. Ni siquiera porque el Gobierno cubano permitió que el FBI viniera a investigar los incidentes a La Habana”.

El lunes 9 de enero de 2018, la agencia Associated Press (AP) reportó que el FBI no había encontrado “prueba alguna” de los supuestos ataques sónicos contra el personal diplomático estadounidense en Cuba, tras meses de investigaciones y cuatro viajes a La Habana.

Salvo esas visitas del Buró Federal de Investigaciones, Cuba no ha recibido otro interés por parte del Gobierno de Estados Unidos para una colaboración bilateral.

En septiembre de 2018, cuando el comité de expertos cubanos visitó el Departamento de Estado para intercambiar sobre el tema, los científicos cubanos nunca pudieron entrevistarse con los diplomáticos afectados ni con los investigadores contratados para estudiar los síntomas de salud.

Incluso, durante el encuentro, “los médicos del Departamento de Estado afirmaron claramente que ellos nunca utilizaron la teoría de los ataques para explicar las causas de los síntomas reportados”, asegura Johana Tablada, quien presidió la delegación cubana en ese contacto y cuya contraparte estadounidense fue Kenneth Merten, secretario asistente principal para el Hemisferio Occidental.

En aquella ocasión, las autoridades estadounidenses aseguraron que casi todas las personas investigadas habían retornado normalmente a su vida laboral. Supuestamente, el tema está ahora bajo una investigación médica conjunta que coordina el Departamento de Estado, a la cual la parte cubana tiene el acceso denegado.

La necesidad de respetar la privacidad de los datos de las personas no puede ser una justificación para no compartir información con el Grupo de Expertos cubanos, “porque la divulgación mayor de los incidentes de salud no ha dependido de la gestión de Cuba, sino por el propio Gobierno de los EE.UU. y por los médicos que ellos contrataron”, aclara Mitchell Joseph Valdés-Sosa.

“Sentarse a discutir y poner los datos científicos sobre la mesa, incluso sin tener que identificar a las personas, hubiera ayudado a resolver el problema”, comenta Valdés-Sosa. Destaca, además, que así lo hizo el Gobierno canadiense, y recuerda la investigación realizada por los expertos canadienses de la Universidad de Dalhousie, cuya hipótesis Cuba tampoco descarta.

“Encontraron personas que tienen evidencias de algún tipo de alteración en el sistema nervioso, en el cerebro, consecuencia del uso excesivo de insecticidas, partiendo de la base de que no solo Cuba estaba haciendo una campaña agresiva contra el mosquito, sino que la embajada de Canadá también hizo fumigaciones adicionales dentro de las residencias de su personal”, refiere.

Esa hipótesis no la vamos a desechar –insiste–, porque Cuba siempre ha tenido una posición abierta a colaborar. Estamos en la obligación de hacerlo; la actitud científica es obedecer a los hechos.

El director del Centro de Neurociencias informa que está a punto de comenzar el estudio que se le realizará a cubanos expuestos o no a insecticidas, para verificar la contrastación de esta conjetura científica.

La postura del Gobierno de Canadá, con una decena de diplomáticos que también reportaron problemas de salud, fue completamente distinta, comenta el Doctor en Ciencias. “En primer lugar, no divulgaron prematuramente los resultados de las investigaciones que encargaron realizar. Además, antes de su publicación organizaron una reunión técnica entre los científicos que mandataron para estudiar a su personal y el equipo de expertos cubanos”.

“Todas las teorías de EE.UU. dan un cuadro de extrema debilidad científica y confirman que existía el deseo, costara lo que costara, de demostrar que hubo una enfermedad común a todos los diplomáticos que reportaron problemas de salud. El propio Gobierno refrendaba que habían sido atacados”, comenta el eminente neurocientífico cubano.

Amplificar la calumnia, consecuencias a terceros

El pasado jueves 7 de noviembre, el diario The Guardian reveló las dificultades del Gobierno británico para comprender los supuestos “ataques sónicos” contra diplomáticos estadounidenses, a partir de un análisis de varios correos electrónicos y cables diplomáticos sensibles intercambiados entre el personal acreditado en la embajada británica en La Habana y el Ministerio de Relaciones Exteriores en Londres.

The Guardian describe que reinaba tal sensación de desconcierto que los británicos no comprendían qué estaba pasando y comenzaron a investigar compulsados por la embajada estadounidense.

La prensa norteamericana reseñó entonces que la misión de EE.UU. reunió a diplomáticos de otros países en su sede para alertarlos sobre la existencia de un “ataque”. El clima fue creado para que los síntomas se amplificaran, reflexiona Mitchell Joseph Valdés-Sosa.

La embajada del Reino Unido investigó y trató “desesperadamente” de encontrar sentido a lo que estaba ocurriendo. Sus funcionarios analizaron “detenidamente” los informes de prensa, las declaraciones oficiales y otras comunicaciones para esclarecer la situación. No encontraron evidencias ni pudieron dar crédito de que alguien lo hubiera hecho.

“Tanto la embajada de EE.UU. como la cubana estarán ahora castradas, apenas dos años después de reabrirse”, decía un fichero confidencial.

Cubadebate analizó más de 200 artículos sobre el tema de los supuestos “ataques sónicos”, publicados entre agosto de 2017 y noviembre de 2019 en medios estadounidenses en inglés, y estas fueron las palabras claves más usadas:

“El daño ya está hecho” en las relaciones entre Cuba y EEUU

Palabras claves más usadas en los titulares de medios estadounidenses que abordaron los incidentes de salud entre agosto de 2017 y noviembre de 2019.

“El daño ya está hecho” en las relaciones entre Cuba y EEUU

Palabras claves más usadas en las descripciones de los 200 artículos publicados en medios estadounidenses que abordaron los incidentes de salud entre agosto de 2017 y noviembre de 2019.

Objetivos cumplidos

En la historia de las relaciones Cuba-EE.UU., los guiones bien montados para justificar la escena de la confrontación y convencer a la opinión pública estadounidense aburren. El pretexto más conocido por los escolares de la Isla: la explosión del Maine. El más reciente: el “síndrome de La Habana”. ¿Cuál es el mejor escenario para que una mentira repetida mil veces se convierta en “verdad”? El mediático. En pleno siglo XXI, el sueño de Goebbels otra vez se hizo realidad.

Casualmente, tres semanas después de que se eligiera a Donald Trump como presidente de EE.UU., el Departamento de Estado informó que los primeros casos habían sido notificados en noviembre de 2016.

El respaldo de la comunidad internacional y la emigración al restablecimiento y avance de las relaciones con Cuba era tan alto que el nuevo Gobierno de EE.UU. no podía imponer, a sangre fría, ante la opinión pública estadounidense y mundial, la agenda de medidas de retroceso y brutal hostilidad que la Fundación Inspire America presentó a Donald Trump como proyecto de programa político a inicios de su mandato.

La diplomática Johana Tablada confirma que “el propósito ha sido la creación de focos de tensión que contribuyan a avanzar hacia un patrón de confrontación, tratando todo el tiempo de responsabilizar a Cuba por las medidas que adopta Estados Unidos”.

“Si uno examina todo lo que se ha publicado, no hay nada que sostenga la existencia de ‘armas misteriosas’ basadas en las leyes de la física hasta hoy conocidas. No es posible. Así lo han reconocido científicos de todo el mundo”, confirma por su parte Valdés-Sosa.

El pretexto no solo ha afectado las relaciones diplomáticas. En la práctica, se han interrumpido casi todo el intercambio y la cooperación bilateral que se establecieron o avanzaron en disímiles sectores durante el Gobierno de Barack Obama, y que beneficiaban el interés nacional de ambos países.

Habría sido difícil imponer, incluso, la aplicación del Título III de la Ley Helms-Burton sin antes crear toda la atmósfera de desconfianza, rencor y suspicacia en torno a ataques que jamás ocurrieron.

No pocas publicaciones estadounidenses apuntan a una conspiración que tiene como protagonistas al senador Marco Rubio –fuente principal y original de la desinformación a los medios de prensa– y al actual secretario de Estado, Mike Pompeo, entonces director de la CIA. Ambos han sacado muy buen provecho de esta calumnia, pues ya sabemos que para ellos en política todo vale.

Escalada de agresiones de EE.UU. tras sembrar el pretexto

  • Reducción abrupta del personal diplomático de ambas misiones.
  • Suspensión de reuniones bilaterales sobre diversos temas en La Habana y luego en Washington .
  • Anuncio engañoso en la página de alertas de viajes a los estadounidenses para limitar los viajes a Cuba.
  • Cierre del consulado estadounidense en La Habana.
  • La limitación inhumana y absurda a los viajes desde Cuba a los Estados Unidos que tanto ha costado a las familias cubanas.
  • Interrupción violenta de los viajes de intercambio en todas las áreas.
  • Amplificación de mensajes contra la seguridad en la Isla. Propagación de las calumnias y las medidas no solo en Estado Unidos, sino en terceros países.

El 16 de octubre de 2017, durante una conferencia de prensa en la Casa Blanca, el presidente Donald Trump envió el mensaje que tenía que trasmitir: “Creo que Cuba es responsable, realmente lo creo”.

Cuatro días después, el entonces secretario de Estado, Rex Tillerson, dijo que no tenían evidencias para culpar al Gobierno cubano y que la salida de la mayoría del personal diplomático de EE.UU. de La Habana fue “una medida preventiva para proteger a los estadounidenses de futuros ataques”. ¿Incongruencias en política exterior estadounidense o “crónica de una muerte anunciada”?

Aunque “el tema ha perdido mucha credibilidad, en parte gracias a la actitud profesional de la comunidad científica estadounidense, que ha sido muy crítica con estos disparates” -reconoce Johana Tablada-, el Gobierno de los Estados Unidos puede hacer y decir absolutamente cualquier cosa sin hacer coincidir la retórica y la realidad.

La saga de los supuestos “ataques sónicos” parece sacada del universo de The Walt Disney Company. En una de las aventuras de Winnie the Pooh, el osito y Piglet van a buscar un Woozle, un gamusino. Siguen sus huellas y descubren que cada vez aparecen más pisadas. Finalmente, Pooh y Piglet descubren que han estado siguiendo sus propias pistas todo el tiempo. ¿Les suena el “efecto Woozle”? No sería la primera vez que el “buen vecino” usa la “diplomacia de los muñequitos”.

“El daño ya está hecho” en las relaciones entre Cuba y EEUU

El “efecto Woozle” ocurre cuando una afirmación no avalada por la ciencia, una mentira que con toda intención se reitera disímiles veces, induce a individuos, expertos o a la opinión pública internacional a pensar que hay evidencia real y a creer en su irrefutable existencia.


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