El carácter enigmático que envuelve a La Pedriza no solo se lo ha ganado por lo intrincadas de sus sendas; o por lo que ocultan sus peñas, canchos o riscos, y que descubriríamos al sortear callejones, cuevas y corredores; tampoco se debe, únicamente, al cobijo que fue de bandoleros, ni a las leyendas que protagonizan rincones de este mágico paraje. Este halo de misterio que la corona se debe en parte a las formas de muchas de las rocas que la componen, y que la imaginación humana en algunos casos ha querido identificarlas con seres animados (Elefante, Pájaro, Foca, Tortuga, Camello, Caracol, o Cocodrilo), en otros con elementos inertes (Yelmo, Maza, Bota, Cáliz, Caballo de Ajedrez, Alfil, Torres, Platillo Volante, Vela, Campana), y en ocasiones con sujetos o elementos de su organismo (Predicador, Indio, Mujer y Hato, Centinela, Damas, Hombre Sentado, Cara, Calavera, Muela); si bien en unos el parecido es evidente y no deja lugar a dudas, en otros hay que soltar las riendas de la imaginación para ver lo que en su día alguien decidió dar el bautismo toponímico.
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