Brooks ha encontrado tres elementos que él llama "macronutrientes de la felicidad", y que son tres aspectos vitales que priorizan las personas que manifiestan tener mayor felicidad (percepción subjetiva de bienestar).
Estos tres elementos son el disfrute, la satisfacción y el propósito. Ahora bien, aunque todos conozcamos estos tres conceptos, creo que merece la pena detenerse en qué es cada cosa y su relación con la felicidad:
- El disfrute. Tiene que ver con el placer. Pero no es solo placer, o no todo placer, o no solo placer físico (comer, sexo, dormir...). Puede ser también el placer intelectual, cultural. O el placer social (risas con unos amigos). De hecho, recordemos que otros muchos estudios que se han hecho sobre la felicidad encuentran que uno de los aspectos que más bienestar nos aportan son las relaciones sociales sanas. La hormona del disfrute es la dopamina.
- La satisfacción. No tiene por qué tener que ver con el placer. O sí. Depende. Encontramos mucha satisfacción en tareas que no nos resultan placenteras, pero que al hacerlas nos hacen valorar nuestro esfuerzo y la recompensa alcanzada. A la satisfacción podríamos llamarla "el placer por el trabajo bien hecho", ya sea una actividad profesional o que me haya salido un plato de cocina delicioso. También tiene su componente social, ya que cuando somos amables y ayudamos a otras personas, sentimos que estamos haciendo un "buen trabajo", y alcanzamos ese estado de satisfacción. La hormona de la satisfacción es la serotonina.
- El propósito. No resulta fácil hablar de este elemento. Brooks lo define (y me gusta) como una sensación de dirección y trascendencia. Es decir, siento que estoy dirigiendo mi vida hacia donde yo quiero y que eso tiene un sentido que va más allá de todo lo que tenga que ver conmigo. Para ello, no es necesario marcarse siempre metas (aunque puede ayudar), el propósito no es una colección de objetivos que voy alcanzando, es más bien un camino que estoy construyendo con sentido, con consciencia, y que es hacia donde quiero dirigir mi vida.
Por lo tanto, fijaros que solo el disfrute tendría que ver con la recompensa inmediata (y ni siquiera, porque hay disfrutes intelectuales y sociales que no son tan inmediatos), la satisfacción con una recompensa más a medio y largo plazo, y el propósito ni siquiera tiene por qué estar asociado a la consecución de una recompensa. Saber esto, en una sociedad tan centrada en lo inmediato, ya es bastante importante.
Pero, no he venido yo a hablar de todo esto en este post. Hasta aquí solo ha sido la introducción. Ahora viene el meollo. Porque, si queremos estudiar la felicidad y hablar de ella, amigos, amigas, tan importante es estudiar y hablar de la felicidad como hacerlo de la infelicidad.
Buena parte de nuestra felicidad no depende solo de lo que hagamos para procurarnos estados de bienestar que son consecuencia directa de nuestra capacidad para experimentar disfrute, satisfacción y sentimiento de propósito. No. También depende de nuestra capacidad para experimentar infelicidad. De cómo nos vamos a relacionar con ella. De cómo vamos a ser capaces de lidiar con la parte jodida de la vida (tengo una frase que es "La vida es jodida y bonita").
La vida es jodida y bonita. Y está bien que haya una Psicología Positiva que nos enseñe a relacionarnos con la parte bonita de la vida, para aprovecharla mejor, para sacarle más jugo, y para no perdernos en cosas que creemos que nos dan mucha felicidad (placer, recompensa inmediata...) y nos hacen olvidarnos de otras que son aun más importantes para nuestro bienestar.
Pero, no podemos olvidarnos de lo chungo. Porque, precisamente, muy precisamente, cuando caemos en estados depresivos o de ansiedad y estrés crónico, algunas de las cosas que pierden las personas en esos estados son sus capacidades para experimentar disfrute y satisfacción, por no hablar de la pérdida de un sentido de la vida (y por lo que muchas se acaban suicidando).
Investigaciones como la de Brooks están muy bien para personas que se encuentran en estados de ánimo relativamente normales, o incluso para aquellas que se sienten insatisfechas con su vida, sin que esa insatisfacción haya derivado (todavía) en una enfermedad psicoemocional. Pero para el que está jodido, para el que está besando la cara jodida de la vida, a ese se la pela. Ese quiere que le hables del sufrimiento.
Y ahí es cuando tenemos que hablar de aceptación, ahí es cuando tenemos que hablar de apoyo social y psicológico, ahí es cuando tenemos que hablar de dignidad, más que de felicidad. A una persona que acaba de sufrir una pérdida o que le han diagnosticado una enfermedad grave o que simplemente está jodido y no tiene ni puta idea de por qué, no le puedes hablar de felicidad, sino de dignidad, de tratar de afrontar ese dolor con la mayor dignidad posible. Con entereza, con paciencia, sufriendo y llorando, porque no queda otra, y permitiéndose el estar mal, el derrumbe incluso, pero sin perder de vista su derecho a quererse y ser querido y a cuidarse y que le cuiden y a recuperarse. Ahí radica su dignidad como ser humano.
Ya que tan digno es ser feliz como sufrir. Ambas cosas forman parte de la condición humana, de la vida.
Dice el filósofo José Carlos Ruíz, los que me seguís ya sabéis que le admiro mucho, que la felicidad no se debe articular sobre la búsqueda de la felicidad, sino sobre el tener una vida lo más digna posible, y la felicidad será solo aquello que te pasa, a veces, mientras vas haciendo tu vida.
Yo, que soy más cabroncete que él, diría que la felicidad es lo que te pasa entre jodienda y jodienda de esta vida. Y hay que estar preparados para recibir los golpes, cuando la vida te jode.
Porque, amigo, amiga, la vida es jodida y bonita.
Cuestiona todo lo que digo, la duda nos acerca más a la verdad.
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Si te gusté yo, hago terapia psicológica en consulta en Málaga y online para todo el mundo. También tengo un par de libros muy chulos y uno de ellos, precisamente, se llama La dictadura de la felicidad.
Y, como siempre, ¡recibe este abrazo!