Revista Opinión

El debate del sillón

Publicado el 30 junio 2022 por Manuelsegura @manuelsegura
El debate del sillón

Este miércoles, mientras se desarrollaba la segunda sesión del debate del Estado de la Región, me di una vuelta por un bar para ver qué hacía la gente. Para empezar, el televisor no estaba sintonizado con la cadena que emitía el acto, algo que no me extrañó en absoluto. Pregunté a la camarera y me dijo que nadie se lo había pedido a lo largo de la mañana, mientras se multiplicaba para servir los cafés con leche o cortados, las infusiones, las tostadas y los almuerzos variados. La política, cada vez interesa menos, reconoció la chica. Entre tanto, en el edificio del Paseo de Alfonso XIII, en Cartagena, sus señorías se afanaban por escrutar el sexo de los ángeles y por gustarse mucho a sí mismos, con discursos leídos con mayor o menor estilo. Los unos, defendiendo lo indefendible en esta impresentable legislatura; los otros, incapaces de articular cualquier cosa que se parezca a una alternativa sólida. Y mientras, en la calle, la gente intentando vivir sus vidas, en una tierra en la que una encuesta del INE aseguraba, antes de que se disparara la inflación, que uno de cada tres de sus habitantes está en riesgo de exclusión social.

Puse un tuit el día anterior con una foto en la que se veía a Carlos Collado, presidente socialista que fue de la Comunidad Autónoma, y a Juan Ramón Calero, líder de la oposición entonces, echándose un pulso en la Asamblea Regional en la década de los noventa. Y añadí una frase, trufada de cierta dosis de nostalgia, evocando que aquellos sí que eran debates. En 1991, Calero había vuelto a la Región tras su periplo madrileño en el que llegó a compartir portavocía parlamentaria en el Congreso de los Diputados con José María Aznar y Rodrigo Rato por imperativo directo de Manuel Fraga. Y Carlos Collado ostentaba la presidencia del Gobierno autonómico desde 1984, tras la caída de Andrés Hernández Ros, con mayoría absoluta en la cámara y carentes perspectivas de cambio.

Lo cierto es que aquellos debates gozaron de un nivel dialéctico e intelectual muy por encima del vivido esta semana. En general, eran tres grupos parlamentarios que se nutrían de personas con una formación política contrastada, con capacidad de diálogo e incluso dotadas de una cierta empatía. Ello no obstó para que en 1993, el PP presentara una moción de censura contra Collado, mientras sobre este pendía como una espada de Damocles el asunto de Casa Grande, el mismo que llevó a 24 de los 22 diputados socialistas a firmar un escrito criticando a su propio presidente. El 10 de marzo, la moción fracasó con 24 votos en contra (PSOE), 17 a favor (PP) y 4 abstenciones (IU). Un mes después, un Carlos Collado sitiado por los suyos, dimitía del cargo. En el proceso judicial en el que se vio envuelto, nunca se pudo demostrar su culpabilidad de las acusaciones de prevaricación y malversación de fondos en la compra de unos terrenos, por parte de su Ejecutivo, para cederlos a la multinacional General Electric. El PSOE no le pidió perdón por todo aquello hasta 2006.

No cabe duda de que la legislatura que se dará por finiquitada en 2023 pasará a la historia como la peor de las vividas en la Asamblea Regional. Con todo un elenco de tránsfugas empotrados en sus escaños, algunos con rostro de cemento armado, ansiosos por recibir una mirada o un gesto del presidente que los rescate -para lo que sea- a partir de mayo del año que viene, ya que aún les resta tiempo para alcanzar la edad de jubilación. Hubo otro gesto, este de la portavoz de Podemos, María Marín, al final de la intervención matinal, muy en su línea, tan efectista siempre, de que una imagen vale más que mil palabras, en el que exhibió una cartulina en la que mostraba un sillón de despacho. Dijo que ese, y no otro, había sido el único y verdadero proyecto político de López Miras a lo largo de la presente legislatura: mantenerse aferrado a él y hacerlo a toda costa. Fue entonces cuando recordé algo que alguien dijo en cierta ocasión sobre la política; eso de que no era asunto de filósofos ni moralistas, sino el arte de sacar de una situación determinada el mejor de los partidos posibles. Acertó de pleno.

[eldiario.esMurcia 30-6-2022]


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