Sanísimo ejercicio político el realizado hoy por los tres candidatos a la secretaría general del PSOE. Que los aspirantes a dirigir uno de los dos grandes partidos políticos del país se avengan a confrontar sus puntos de vista es algo inédito en España por razones que a nadie se le escapan: la enquistada y poco democrática costumbre de los partidos españoles de que los nombres de quienes han de llevar las riendas de la formación y formar parte de las listas electorales se cocinan de puertas adentro y no se regalan cuartos al pregonero. Al menos en el PSOE, ese viejo y perjudicial hábito se ha roto hoy y sería deseable que algo similar ocurriera en el resto de las fuerzas políticas.
Sin embargo, no basta con las buenas intenciones para conseguir que las cosas cambien y el PSOE recupere el terreno político y electoral perdido en los últimos años. El de esta mañana ha sido un debate, más que de guante blanco, de guante suave y algodonoso. De hecho, llamarlo debate se me antoja un tanto excesivo por la falta de posiciones realmente encontradas y divergentes. Encontrar diferencias de calado entre el discurso de Eduardo Madina y el de Pedro Sánchez resulta poco menos que imposible más allá de alguna pulla entre ambos que estuvo muy lejos de hacer sangre en el adversario y que sólo son capaces de detectar aquellos que siguen muy de cerca la vida diaria del partido.
No creo que los militantes que el próximo domingo están llamados a decidirse por uno de los tres candidatos dispongan de las claves necesarias para interpretarlas adecuadamente y es más que probable que hayan llegado a la conclusión de que los discursos de Madina y Sánchez son perfectamente intercambiables. El tercero en discordia, José Antonio Pérez Tapias, que nada tiene que perder con su apuesta y sí mucho que ganar, fue el único de los tres que marco algunas distancias con sus dos rivales y sin embargo compañeros en la carrera por la secretaría general.
Mientras que del sevillano profesor de Filosofía puede decirse que fue el que con mayor nitidez dibujó un discurso tributario de la izquierda del partido, aunque sin desentonar demasiado con la melodía de los otros dos, de Madina y de Sánchez se puede afirmar que dejaron en el aire más interrogantes que respuestas y que sus respectivas posiciones ante algunos asuntos de calado apenas se diferencian de las que ha venido manteniendo el todavía secretario general Pérez Rubalcaba.
Pero, con todo, lo más decepcionante del debate es que giró mucho menos sobre lo que piensan hacer los tres aspirantes para sacar al PSOE de la situación de crisis en la que se encuentra que sobre las medidas que adoptarían si llegan a La Moncloa. En este punto, Pérez Tapias fue también el más cómodo toda vez que ya ha dejado claro que en caso de acceder al liderazgo del partido no se presentaría a las elecciones generales. Sin embargo, Madina y Sánchez rivalizaron en derogación de leyes aprobadas o por aprobar por el gobierno del PP y en medidas que tomarían en el supuesto que uno de los dos sustituya a Rajoy a finales del año que viene al frente del Ejecutivo.
En este sentido y aunque no era eso lo que tocaba hoy, creo incluso que, ya metidos en programa electoral, faltó originalidad y audacia por parte de los candidatos a la hora de afrontar un reto tan trascendental – el verdadero reto de los socialistas españoles y de la socialdemocracia europea - como el de preservar el estado del bienestar en un contexto de globalización económica y de imperiosa necesidad de controlar con eficacia y eficiencia el gasto público.
Desde mi punto de vista y de eso se supone que trataba el debate de hoy, los militantes que lo han seguido y de los que depende la próxima dirección socialista se han quedado con las ganas de conocer muchos más detalles sobre lo qué piensan hacer los aspirantes a la secretaría general para que el PSOE vuelva a convertirse en una alternativa de gobierno en España, cuál va a ser el papel de los afiliados, cuáles serán los canales de participación más allá de las grandes frases sobre “abrir las puertas”, hasta dónde se van a tener en cuenta sus opiniones o cómo se va a regenerar el parido desde la cúpula hasta las bases. Sin embargo, Madina y Sánchez han optado hoy más bien por vender la piel del oso antes de cazarlo, sin duda una mala estrategia cuando el oso está tan fuerte y el cazador tan débil.