Revista Salud y Bienestar

El deber de la desobediencia civil

Por Miguel @MiguelJaraBlog

Estados Unidos es la mayor potencia económica del mundo y también estandarte del modelo económico (y político) al que casi todo el mundo ahora apunta cuando se trata de buscar culpables de la actual situación de crisis & estafa. Pocas personas suelen recordar entonces una de las paradojas fundacionales del gran país norteamericano. Fue levantado con el espíritu de rebeldía y búsqueda de la justicia social de personas como Ralph Waldo Emerson, Walt Whitman o Henry David Thoreau. Sus ideas alimentaron corrientes tan distintas como el anarquismo, el ecologismo o el liberalismo.

En los libros de estos autores uno puede encontrar lo más bello del pensamiento humano. Y también impregnarse de su coherencia. Cuentan que fue Emerson quien le preguntó a Thoreau qué diablos hacía en una celda de la prisión de Concord (Massachusetts), donde cumplía condena en el verano de 1846 por negarse a pagar impuestos a un gobierno como el estadounidense esclavista que quería comerse México, su protegido le contestó con otro interrogante:

“Y usted, ¿qué hace ahí fuera?”

Tengo anotado en la primera página 3 de diciembre de 1998, la fecha en la que comencé a leer Walden/Del deber de la desobediencia civil, el exquisito texto de Thoreau editado por Parsifal y con prólogo de Henry Miller. No dejo de pensar en él estos días en los que la actualidad nos pide respuestas toda vez que ya hemos hecho suficientes preguntas durante todos estos años.

“De todo corazón acepto el lema de que ‘el mejor gobierno es el que menos gobierna y me gustaría que fuera honrado con más diligencia y sistema”. Esta es la primera frase de su breve ensayo Del deber

Leo a un Juan Gérvas, médico rural, si cabe más indignado bajo el títular ¿No hay paga de Navidad? ¡Tampoco Reyes!:

“En el mundo hay seres miserables. Pero no son totalmente miserables pues mantienen algunos rasgos piadosos. Por ejemplo, los hay que quieren a sus hijos y nietos, por más que en el Congreso (o en el Senado) jaleen con fervor los recortes del subsidio del paro, subsidio que palia la pobreza de los niños españoles, cada vez más pobres y más frecuentemente miembros de familias sin futuro. Los hay que ayudan a una ancianita a cruzar la calle, por más que luego en el Congreso (o en el Senado) aplaudan a rabiar los recortes de la Ley de Dependencia, que hacen imposible que dicha ancianita viva en su casa, cuidada por su familia. Los hay que son buenas personas, incapaces de matar a una mosca en el vecindario, pero luego en el Congreso (o en el Senado) son capaces de aplaudir en pie al Presidente que ha anunciado recortes que llevarán sufrimiento y dolor a millones de españoles”.

Leo también a Juan Torres bajo el titular Derecho a desobedecer:

“El pueblo español y otros europeos hemos comenzado a vivir bajo una tiranía.

Las autoridades imponen políticas que provocan daños económicos, físicos y morales a la mayoría de la población. Reducen los ingresos y aumenta la pobreza y la exclusión (solo entre 2009 y 2010 aumentó en 1,1 millones el número de personas pobres en España). Disminuyen la financiación de los servicios públicos básicos, lo que hace que aumente la mortalidad, las enfermedades y todo tipo de daños psicológicos y personales (la tasa de mortalidad ha aumentado un 20% en Portugal desde que empezaron a adoptarse las políticas de ajuste y la esperanza de vida ha bajado por primera vez en España). Recortan los derechos de los más desfavorecidos al mismo tiempo que aumentan los privilegios de quienes gozan de más renta y riqueza (la desigualdad aumentará en España un 9% en 2012 como consecuencia de los recientes ajustes fiscales del PP).

Además, imponen estas medidas recurriendo a todo tipo de mentiras“.

Pensemos cada uno qué podemos hacer, en qué estamos colaborando a que esta maquinaria sórdida continúe aplastando nuestro presente y recortando nuestro futuro. Estos días miles de personas unen sus fuerzas por diferentes causas y todas confluyen en una misma. Preguntémonos si vamos a ser espectadores. Si queremos ver pasar los acontecimientos y asumir dócilmente los daños o deseamos ser actores en un escenario de cambio. Todos podemos hacer algo. Elige dos o tres objetivos. Céntrate en ellos. Dedica una parte de tu tiempo a hacer ese esfuerzo. Goza con tus luchas. Presume de tus objetivos. Disfruta de los resultados que vayas consiguiendo. Escribiría “sé egoísta”, si quieres entenderlo así, porque eso que estás haciendo por todos lo estás haciendo por ti mismo.

No te prestes a servir al mismo mal que condenas. ¿Sabes? la acción basada en los principios -la percepción y la práctica de lo que es justo- cambia las cosas y las relaciones, que escribió Thoreau. Y si quieres cumplir leyes injustas, estás en tu derecho, entonces reconoce que mirar para otro lado es delito de negación de auxilio.


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