Alejandro III de Macedonia, más conocido como Alejandro Magno, es y será uno de los personajes más fascinantes de la humanidad, siendo muchos los hombres posteriores que soñaron con emular sus hazañas, aunque ninguno llegará jamás a superarlas.
Su figura histórica ha sido enfocada desde todas las perspectivas posibles; desde la del genial estratega capaz de conseguir todas las victorias a su alcance, hasta la del impetuoso soñador inasequible a la fatiga y al desaliento en su afán de conseguir la gloria, pasando por la del simple conquistador brutal que arrasaba ciudades y ejecutaba personas de su entorno sin ningún escrúpulo solo por su afán de poder, o el de bárbaro lascivo y ebrio aficionado a todas las extravagancias posibles. A pesar de todo, su persona resulta excepcional se mire por donde se mire.
Alejandro, nació en 356a.C fruto de Filipo II y Olimpia de Epiro. Destinado a convertirse en el futuro rey de los macedonios, recibiría la mejor educación a cargo de Leónidas de Epiro, y a partir de los 14 años de Aristóteles, el cual se convertiría en maestro y amigo. Como heredero al trono de Macedonia, el joven príncipe tuvo que demostrar a temprana edad su destreza militar, y a los 16 años partirá a sucumbir el levantamiento de una tribu del norte. Con tan solo 18 años comandó la caballería de los “hetairoi” (compañeros) en la batalla de Queronea, en la llanura de Beocia contra una coalición griega en el 338aC.
Como heredero, las cuestiones de gobierno fueron pronto un tema a tener en cuenta, y por lo tanto inmediatamente entró a tomar partido en las ambiciones de hegemonía y conquista que albergaba su padre. En este aspecto, Plutarco, en sus “Vidas paralelas” nos presenta al joven príncipe como un fino observador e interesado por tales ambiciones imperialistas, ansioso por llevar a cabo grandes proyectos, de vivo y refinados sentimientos, algo irascible, pero a su vez generoso. Se dice que cuando le llegaban noticias de que Filipo había obtenido una nueva victoria, Alejandro comentaba con sus amigos: “todo me lo va a conquistar de antemano mi padre, sin dejarme que lleve a cabo con vosotros ninguna acción grande y brillante”. A pesar de colaborar con su padre su relación no fue fácil, ya que a su vez estaba muy influenciado por su madre.
El verdadero ascenso para el joven príncipe comenzaría en el 336 a.C, cuando su padre fue asesinado durante la celebración de la boda de Cleopatra, hermana de Alejandro. Pausanias, jefe de la guardia real y ejecutado sin ser interrogado, pasará a la historia como el regicida y “único” culpable, aunque nunca sabremos con certeza hasta donde llegó la larga mano de Olimpia, la cual veía peligrar la posición de su hijo, y con ella la suya propia. Incluso algunos piensan que detrás de todo también podría encontrarse el propio Alejandro y el grueso de sus compañeros, aunque nunca conoceremos con exactitud toda la verdad.
En el mismo instante de la muerte de Filipo II, Alejandro, con el apoyo de sus compañeros y los generales más influyentes de su padre, se convertirá en rey de los macedonios. En este preciso momento, y con tan solo 20 años, es cuando el hombre se convertirá en leyenda. Influenciado desde pequeño por todo lo divino, y especialmente por Aquiles, “hijo de Zeus igual que él”, Alejandro se pondrá manos a la obra para conseguir la estabilidad en el reino y en su órbita de influencia tal cual había conseguido su padre. En primer lugar, se encargaría de sus opositores dentro de la corte, para una vez estabilizada la política interior, sublevar la rebelión de los estados griegos, los cuales vieron la oportunidad de deshacerse del yugo que les había impuesto Filipo; aunque está claro que subestimaron la grandeza de Alejandro.
Tebas, que había iniciado la sublevación (335 a.C) fue destruida, dejando únicamente en pie la casa del poeta Píndaro y los templos consagrados a los dioses. Atenas sería perdonada y respetada, siguiendo la política de su padre. Después se haría con el control de las demás ciudades y territorios que se habían rebelado, asumiendo de esta manera todos los cargos que ya había ostentado el rey Filipo dentro de la órbita griega. Una vez todo afianzado, Alejandro comenzará a preparar la campaña asiática, cosa que su padre ya llevaba años preparando, y que de no haberle llegado la muerte la habría llevado a cabo, aunque quien sabe si con el mismo resultado que su hijo.
Alejandro partió de Pella en la primavera de 334 a.C junto al ejército macedonio y una coalición de ejércitos aliados de las ciudades griegas, las cuales su unieron para combatir al rival histórico de Grecia por antonomasia, el imperio persa Aqueménida. En Mayo de 334 a.C se produciría el primer choque en la batalla de Gránico, donde como será costumbre, el rey se situaría a la cabeza de la caballería. Cerca de aquí, en Gordio, se dará el famoso episodio del “nudo Gordiano”, el cual se decía que quien fuera capaz de desatarlo se convertiría en dueño del “Mundo”, aunque algunos autores lo reducen a Asía. De una manera u otra, Alejandro muestra aquí un claro ejemplo de su carácter, cuando coge la espada, corta el nudo de un tajo y dice: “Ya está desatado”. No importaba como se hiciera si se conseguía el objetivo.
Desde este primer enfrentamiento el joven rey macedonio no pararía de batallar. En dos ocasiones venció al Emperador Persa Dario III. La primera en Issos, (Noviembre de 333 a.C), y la segunda en Gaugamela (Octubre de 331 a.C). Dario III acabaría asesinado por el sátrapa Bessos, el cual sería posteriormente vencido y muerto por Alejandro. Alejandro conquistaba todo a su paso, siendo aclamado por muchos como un libertador. Proclamado rey de Asiria y sucesor en el trono de Dario III, hace su entrada triunfal en Babilonia, estableciendo esta ciudad como capital de su imperio asiático.
En 330 a.C incendiará Persépolis, capital Persa, en venganza por la destrucción de la acrópolis de Atenas en 480 a.C durante las Guerras Médicas. Luego licenciará a las tropas griegas. Los sueños de Alejandro de llegar al mar exterior no tenían fin. Su aventura lo llevaría hasta la India, donde se enfrentaría al Rey Poro en 326 a.C, al cual venció para volver a situar en el poder.
Un motín haría comprender a Alejandro que debían volver a casa tras 11 años fuera del hogar. Fue a su regreso a Babilonia donde Alejandro caería enfermo y moriría días antes de cumplir los 33 años, en 323 a.C. Su muerte, igual que la de su padre, no está exenta de misterios. Sea por envenenamiento, enfermedad o cualquier otra causa, el final de Alejandro causó un gran vacío entre sus más allegados, comenzando así la lucha entre sus generales por la sucesión y el reparto de todo lo conquistado.
Bibliografia
A.Guzmán Guerra; FJ Gómez Espelosín. “Alejandro Magno“, Alianza editorial 2004.
Plutarco. “Vidas paralelas. Alejandro“