Entre diversas lecturas de verano cayó en mis manos esta entrevista a Serge Latouche, economista y profesor emérito de la Universidad de París, que publicó el diario El País el 18 de agosto y creo que merece una atenta lectura. Latouche es uno de los precursores de la " Teoría del decrecimiento", concepto al que nos aproximamos en este blog hace un año a partir de las reflexiones del teólogo y filósofo brasileño Leonardo Boff. http://amigosnsf.blogspot.com.es/2012/10/prosperidad-con-o-sin-crecimiento_9.html
Así como entonces nos quedamos en un plano teórico sobre la idea de no relacionar incuestionablemente el desarrollo con el crecimiento, sino con la prosperidad en el sentido de una mejor calidad de vida humana, ahora vamos a intentar comprender esta propuesta de cambio de orientación económica acercándola a la realidad.
Todo comenzó en el año 2001 cuando al economista Serge Latouche le tocó moderar un debate organizado por la Unesco. En la mesa participaban también José Bové, activista antiglobalización, e Ivan Illich, pensador austriaco. Lo que estaba de moda aquellos años era hablar de "desarrollo sostenible", pero los que disentían del concepto conocían sobre el terreno los efectos que la occidentalización producía sobre el continente africano. En este coloquio empezó a tomar forma la teoría del decrecimiento. Unas cuantas mentes con inquietudes ecológicas rescataron el nombre del título de una colección de ensayos del matemático rumano Nicholas Georgescu-Roegen. Y escogieron la palabra decrecimiento para provocar en un mundo dominado por los medios de comunicación. Porque, en su opinión, uno no puede limitarse a construir una teoría sólida, seria y racional sin tener además un slogan. Je suis décroissant se definen muchos progresistas franceses...
Este movimientto se podría encuadrar dentro de un cierto tipo de "ecosocialismo" en el que confluyen la crítica ecológica y la crítica de la sociedad de consumo, para clamar contra la cultura de usar y tirar, la obsolescencia programada, el crédito sin ton ni son, y los atropellos que amenazan el futuro del planeta. En opinión de Latouche, vivimos una crisis que no es solo económica y financiera, sino que es una crisis ecológica, social y cultural, o sea, una crisis de civilización. Y recalca que el sistema capitalista siempre ha estado en crisis, porque siempre debe estar en crecimiento para no caer en la catástrofe. Piensa que desde hace 30 años -desde la primera crisis del petróleo- no hay crecimiento real, sino un crecimiento de la especulación inmobiliaria y bursátil que ahora también está en crisis.
Serge Latouche aboga por una sociedad que produzca menos y consuma menos, sosteniendo que es la única manera de frenar el deterioro del medioambiente que amenaza el futuro de la humanidad. En su último libro "La sociedad de la abundancia frugal" (Icaria) explica que hay que aspirar a una mejor calidad de vida y no a un crecimiento ilimitado del producto interior bruto. No se trata tampoco de abogar por el crecimiento negativo, sino por un reordenamiento de prioridades. Algunas medidas concretas que propone en su libro son los impuestos sobre los consumos excesivos, o la limitación de los créditos. También dice que hay que trabajar menos para ganar más, porque cuanto más se trabaja, menos se gana. Es la ley del mercado. Si hay más oferta de trabajo ante una misma demanda, los salarios bajan. Entonces cree que hay que trabajar menos horas para que trabajemos todos, pero sobre todo para vivir mejor.
Hay que reducir los horarios de trabajo y hay que relocalizar, insiste. Es necesaria igualmente una reconvresión ecológica de la agricultura que requiere más mano de obra, y de eso también se trata, de crear empleo. Hay que comer mejor, consumir productos sanos y respetar los ciclos naturales, pero para todo ello es preciso un cambio de mentalidad. Y como quien elige y toma las decisiones en este mundo globalizado finalmente son las multinacionales, Latouche considera por extensión que las democracias están amenazadas por el poder de los mercados.
Preguntado sobre cómo salir de esta ya larguísima crisis, cita al presidente de Islandia que, el año pasado en Davos, dijo: "la solución a la crisis es fácil, se anula la deuda y luego la recuperación viene muy rápido". Aunque para ello es necesaria una revolución, sin colgar a nadie obviamente, solo con un cambio radical de orientación, porque "el que crea que un crecimiento exponencial es compatible con un planeta finito es un loco o un economista", concluye.