Revista Opinión

El déficit español se dispara y los políticos despilfarradores nos hunden

Publicado el 28 febrero 2012 por Franky
El déficit español se dispara y los políticos despilfarradores nos hunden Los españoles tenemos hoy derecho a sentir indignación y rabia y a escupir contra los políticos, los principales causantes de nuestras desgracias, al conocer que España cerró 2011 con un desequilibrio en las cuentas públicas del conjunto de las administraciones de un 8,51% del PIB, equivalente a 91.344 millones de euros, lo que supone una desviación de un 41% respecto al objetivo comprometido en Bruselas. Casi 26.500 millones de euros. Nuestros indignos políticos nos la han jugado una vez más.

Si cabía alguna duda sobre la mentira, el despilfarro y el carácter delictivo de buena parte de nuestra clase política, el enorme agujero descubierto ayer lo confirma y demuestra. Estamos en manos de gente que no merece gobernar y de locos y ególatras peligrosos, unos más que otros, pero cabe generalizar y afirmar que la peor pesadilla de España es su clase política, un conjunto de tipejos que, después de gastar como descontrolados, de inundarnos de corrupción y abuso de poder y de engañar a las instituciones europeas y a los mismos ciudadanos españoles, caminan, inexplicablemente, libres y sin castigo alguno por las calles y plazas de España, algunos de ellos sospechosamente enriquecidos.

El gasto alocado, que nos obligará a vivir un año 2012 de privaciones y sacrificios inéditos e inmerecidos por culpa de unos desalmados con poder, ha afectado a todos, a los del PSOE, PP y nacionalistas, a todo bicho gobernante, con la excepción de la comunidad de Madrid, única que cumplió. El record fue para el socialista castellano manche Barreda, un pájaro derrochador que debería estar enjaulado por sus innumerables excesos, lujos y arbitrariedades.

Para colmo de males, el ministro Montoro no estuvo nada acertado al anunciar el drama. Al decir que los culpables de que el déficit español sea del 8.51 en lugar del 6 por ciento, "somo todos" y que "el culpable es España", el ministro Montoro parecía referirse a todos los españoles, cuando en realidad se refería a todos los políticos y a todos los partidos, incluido el suyo, que ha despilfarrado como un descosido en Murcia, Valencia y otras comunidades gobernadas por una derecha que en algunas regiones compite con el socialismo en despilfarro, arbitrariedad y corrupción. Si Montoro se refería, como parecía, a todos los ciudadanos, su vileza no tendría perdón, pues los ciudadanos, en España, sólo somos víctimas de una clase política que merecería la expulsión del poder y, en muchos casos, la cárcel.

Pero donde la baja calaña del poder político español se demuestra con mayor obscenidad no es en su increíble capacidad de mentir y despilfarrar, sino en su injusticia visceral, en su incapacidad para asumir sacrificios y su injusta y antidemocrática tendencia a hacer pagar el drama a los ciudadanos, sin que ellos renuncien a sus privilegios, lujos y abusos. Mantener, por ejemplo, las subvención es a los partidos políticos y a los sindicatos en las presentes circunstancias es de una bajeza suprema intolerable. Si a nosotros nos van a subir el IVA y todos los impuestos, reducir los salarios y embadurnarnos de austeridad y tristeza, ¿por qué tendríamos que seguir pagando con el dinero de nuestros impuestos a unos partidos políticos y sindicatos que son, precisamente, los principales culpables de la ruina y las desgracias de la nación?

Financiar a los partidos políticos,patronales y sindicatos españoles con el dinero de los impuestos, en estos tiempos de dolor y privación, es, simplemente, una vileza del poder que los ciudadanos nunca deberíamos tolerar.

Ojo al dato: en las encuestas andaluzas aparece ya la clase política como segundo gran problema de la nación, por encima de la crisis económica, un dato escalofriante que demuestra no sólo el escandaloso y antidemocrático divorcio existente entre los ciudadnaos y sus teóricos representantes, sino el rechazo y hasta el odio que crece cada día más en la ciudadanía hacia la infecta e inepta clase política española.




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