[El DeLorean] “The Artist”
Cati Gómez García 27 febrero, 2014 0
En la semana de los Oscar, he querido hacer un pequeño homenaje a una de las premiadas de los últimos años. Y no me he tenido que ir muy lejos para encontrar la película que iba a protagonizar este reportaje. Apenas he viajado 2 años atrás en el tiempo para encontrarme con The Artist. En blanco y negro y muda, esta cinta francesa fue premiada con cinco Oscars (mejor película, director para Michel Hazanavicius, actor para Jean Dujardin, BSO y vestuario), y ha sido, sin duda, la cinta más original y diferente de los últimos años en alzarse con la deseada estatuilla.
Hollywood, 1927. George Valentin es una gran estrella del cine mudo a quien la vida le sonríe. Pero, con la llegada del cine sonoro, su carrera corre peligro de quedar sepultada en el olvido. Por su parte, la joven actriz Peppy Miller, que empezó como extra al lado de Valentin, se convierte en una estrella del cine sonoro.
Con The Artist me pasó ese extraño fenómeno que ocurre muy de tanto en tanto. Que la que consideró la crítica la mejor película del año, también fue la mía. Pero no sólo eso, si no que fue la cinta que mejor me lo hizo pasar, que más disfruté… y que vería una y otra vez sin cansarme porque simplemente es entrañable.
La experiencia de ver este largometraje por primera vez no la olvidaré jamás. Salí con un “buen rollo” del cine como nunca antes… ¡Y con unas ganas locas de aprender a bailar claqué! Y es que el cine es algo emocional, aunque todos lo que entendamos mínimamente sobre el tema lo intentemos racionalizar y analizar desde el punto de vista formal. Lo bueno de The Artist es que consigue una brillante puntuación lo mires por dónde lo mires.
Es conocido por la mayoría el homenaje al cine mudo de The Artist, el homenaje a ese Hollywood de los años 20. The Artist es muda y en blanco y negro, pero consigue que te olvides de ambas cosas a los cinco minutos del inicio de la película. Incluso acabas recordando diálogos. Sí, diálogos en una cinta muda.
El encanto de The Artist radica básicamente en su falsa simpleza. La historia no es nada del otro mundo, pero cautiva al espectador. Es fácil conectar con el carismático George Valentin y con la pizpireta Peppy Miller. Y es inevitable pensar “qué mono” cada vez que el perrito hace alguna gracia. Es una película que plasma con cariño y amor una época de cambio, de estrellas que mueren y estrellas que nacen. La cinta, por tanto, tiene también un punto trágico y dramático, y aún así, consigue transmitir –como ya he dicho- un buen rollo como pocas. Además, los eruditos cinematográficos también se pueden sentir satisfechos al encontrar guiños a Cantando bajo la lluvia o Ciudadano Kane. Y es que como he avanzado antes, en el terreno formal The Artist también es una joya. Sólo hay que pensar en el espectacular uso del sonido en una de las mejores escenas de la cinta (la pesadilla de George Valentin) o la secuencia en las escaleras de la productora en la que Peppy Miller y Valentin se encuentran (simple, pero me apasiona ese plano general con el ir y venir de gente arriba y abajo). Detrás de un argumento poco original, hay una película llena de pequeños detalles que la hacen grande.
En la época del 3D, de los efectos especiales a gran escala y las historias complicadas (cuanto más raras e inteligibles mejor), que triunfara una película tan simple y con tanto encanto me alegró enormemente. Si aún eres de los reticentes que no se han decidido a verla, yo te animo a hacerlo. Y si has tenido un mal día, olvídate del prozac, una sesión de The Artist, y como nuevo.
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