“Tengo la sensación de que no os voy a caer demasiado bien.” Cuán equivocado estabas, querido narrador de El demonio de Próspero. Y digo narrador, por que este Constantine con cero escrúpulos nunca dice su nombre. Ni falta que hace. Él es un cazador de demonios por derecho de nacimiento, no como los de Kimetsu no Yaiba. Él es el único responsable de los 109 demonios (de 72,936) que operan dentro de su cuadrícula de jurisdicción. Pueden parecer muchos, pero es fácil reencontrarse con algunos de esos seres inmortales.
Nuestro narrador, nuestro exorcista tremendamente eficaz y sin demasiados escrúpulos, ha detectado algo en las altas cortes tras despertarse con una mujer muerta en su cama. Próspero de Schanz, el gran filosofo, científico y artista de la época, el más sabio de todos los tiempos, quiere poner un proyecto en marcha: educar al recién nacido para que sea el mejor gobernante de la historia. Lástima, que esté poseído por un demonio. O eso parece.
Concept art de Sam Webber para la novelaA golpe de sarcasmo
Junto con el ingenio seco de la prosa, el narrador moralmente dudoso y la riqueza de su falsa Europa histórica, K. J. Parker construye una novela corta repleta de ironía sobre lo que sucedería si alguien con poder, y que le importa una mierda el bien y el mal, se enfrentará a un ser inmortal. Unos seres inmortales que pueden ser doblegados, obligados a abandonar el cuerpo que poseen, pero que también pueden poseer al propio exorcista y cometer actos horrendos.
Un doble juego que se nos va desgranando a través de reveladoras anécdotas del pasado de nuestro narrador, que van perfilando tanto la naturaleza social, científica, artística y política del momento como realizando afilados retratos de los personajes secundarios y principal. Un entorno con dejes góticos y sobrenaturales que conjuga con una estampa renacentista vista a través de los ojos de un personaje moralmente gris, violento y repleto de sarcasmo.
Concept art de Sam Webber para la novelaDilemas morales
Las decisiones de nuestro narrador siempre optan por el bien mayor, sin embargo, la satisfacción en su brutalidad es traspasable al texto y de alguna forma, interpreta tanto al héroe como al villano de esta pequeña historia. Un sociópata que nació con el poder del exorcismo, en una historia de demonios poco usuales y que evitan los arquetipos conocidos.Es agudo e ingenioso, es despiadado, pero nunca cruel. Moralmente cuestionable sí, pero tampoco malo en absoluto.
De esta forma K. J. Parker establece un debate del bien contra el mal, de lo moralmente correcto contra lo cuestionable. Blanco o negro no existen. Pequeñas conversaciones a lo largo de El demonio de Próspero invitan al lector a reflexionar no solo sobre esto, si no también sobre el arte, la filosofía, la ciencia e incluso la política. Como esos momentos en que Mezen, de El Arcano y el Jilguero, realizaba pequeños monólogos debatiéndose entre lo que hacia y como funcionaba la política de su mundo.
El demonio de la semana
Una de las grandezas de El demonio de Próspero es que en apenas un centenar de páginas es capaz de presentar a su protagonista, dotarlo de varias capas y llevarnos, de principio a fin, a un caso bastante grande y significativo al final. Es más, en las dos últimas paginas me vi sorprendido y fui tomado con la guardia baja por parte de K. J. Parker. Un bofetón que cierra la historia planteada y deja, con más ganas quizás, de poder leer Inside Man en octubre, continuación en cierta manera de El demonio de Próspero.
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