Revista Cine

El Demonio de Tasmania

Publicado el 26 agosto 2010 por Vicented @Elcineesnuestro

El Demonio de Tasmania

Errol Flynn y la Bardot, compartiendo refresco cariñosamente

Quizá sean los dos personajes más famosos de la isla de Tasmania: Taz, el monstruo de la Warner Bros y Errol Flynn... ¿Pero qué digo? La mayoría de las películas de Errol Flynn eran de la Warner. Sí, los dos tienen más similitudes de lo que pensaba. Oriundos del mismo pedazo de tierra australiana, el mismo odio por el agua (uno por falta de higiene y el otro por su pasión por las bebidas destiladas) y el mismo amor por la carne (wikipedia en mano, el monstruo de Tasmania es de los animales más carnívoros del mundo y a Flynn le gustaban más las mujeres que a un tonto un lápiz). Pero centrémonos en el demonio de Tasmania de carne y hueso. El australiano fue un actor consciente de sus limitaciones, nunca se atrevió a abordar papeles drámaticos ni se desmarcó de su rol de héroe perpetuo. No obstante, contaba con la admiración del público, que acudía en oleadas a ver sus películas atraídos por su personalidad, belleza y sonrisa de truhán (algunos quisieron comparar a Orlando Bloom con Flynn, hasta que comprobaron que incluso un percasol podría tener el doble de carisma que él). Comparaciones aparte, las películas de Errol estaban cortadas bajo el mismo patrón. Nuestro héroe saltarín se calzaba las mallas para rescatar a la princesa de turno (normalmente Olivia de Havilland) y en un duelo final, tras varias piruetas y saltos mortales, derrotaba con la espada a su enemigo. Esta fascinación del público por el Flynn ficticio era alimentada por la leyenda que rodeaba al Flynn real: casado tres veces, infidelidades, orgías, drogas duras, pederastia... Muchas de estas afirmaciones eran ciertas, otras no tanto. De él se llegó a decir que fue espía nazi durante la Segunda Guerra Mundial, algo cuanto menos dudoso, pues quedó clara su ideología política cuando viajó a España durante la Guerra Civil para mostrar su apoyo y dar ánimos a las Brigadas Internacionales.Tras una vida rota por el alcohol y las drogas, el autodestructivo Flynn murió de un infarto con sólo 50 años. Estuvo sembrado en Robin Hood (1938), Murieron con las botas puestas (1941) y Gentleman Jim (1942) y, gracias a ellas, su legado y estrella hollywoodiense permanecen intactos y relucientes, a pesar de él mismo.

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