Llamémosle Rosa. El nombre no dice nada. Lo importante está en el hecho de que acaba de perder lo más preciado de un ser humano: La vida. Era una mujer saludable, joven, relativamente feliz. Ingresó con fiebre alta y dolores de cabeza. Al otro día estaba inerte, muerta. Deja dos hijos pequeños y todo un drama en la familia. Ella no es la única víctima del dengue, ese mal que azota a nuestro archipiélago desde hace muchos años. Lo mismo sucedió con Pablo, un adolecente de 15 años.
Tenía solo 6 años pero nunca se me olvidará aquel famoso brote del año 1981. La prensa oficial, o en realidad la única de entonces, se vio obligada a ofrecer amplia cobertura mediática. La cifra de infestados fue tan escandalosa que ya no pudieron ocultarla. Se reportaron poco más de 344 203 enfermos, con 10 312 casos graves o muy graves, y 158 fallecidos Fue la primera epidemia de dengue hemorrágico en Cuba y en todo el hemisferio. Desde entonces se creó un programa conocido popularmente como “La campaña contra el mosquito”, específicamente contra el Aedes aegypti, agente transmisor del virus que causa el dengue, y otra enfermedades. Pero a pesar de ello, y de que las autoridades sanitarias cubanas no cesan en el empeño de erradicarlos, el dengue se ha convertido en un indómito rival para la sanidad pública en nuestro país. De nada han servido la propaganda educativa, las constantes fumigaciones o los incrementos de controles epidemiológicos, entre otros.
Es justo reconocer que no somos los únicos que padecemos este azote. El dengue golpea a muchos países latinoamericanos, e incluso, hay casos en el sur de Los Estados Unidos de América. Sin embargo, solo puedo expresar lo que en mi modesta opinión constituye la causa fundamental de esa enfermedad en nuestro país: Las pésimas condiciones higiénicas y sanitarias que tenemos.
Para nadie es un secreto que por muchas campañas y acciones del Estado para erradicar al vector principal del dengue, nunca podremos erradicar totalmente esta plaga si continuamos teniendo basureros en cada esquina. Y ahora, con precipitaciones propias del verano dan como resultados este nuevo brote, que al menos en mi provincia se ha hecho intenso, dada las cifras de enfermos.
Lamentablemente todo está interrelacionado. Una economía desastrosa que no permite sostener la infraestructura necesaria que mantenga las ciudades y pueblos, limpios de basura. Es una vergüenza que las empresas de servicios comunales dependan de donaciones de alcaldías o ayuntamientos de países vecinos, o que en pleno siglo XXI un carretón tirado por bueyes sea el principal o único medio de recoger deshechos en muchísimos pueblos.
Y también es cierto que el cubano, a pesar de ser un individuo que históricamente se ha caracterizado por la pulcritud, en comparación con sujetos de otras naciones, no tenga la menor disciplina o cultura de limpieza y arroje latas, papeles o cualquier basura con la mayor naturalidad.
Mientras no cambien estas condiciones, tendremos dengue para rato, y seguirán existiendo Rosas y Pablitos con sus trágicos destinos.