La decadencia del deporte profesional español está llegando al límite con la desaparición de equipos emblemáticos en fútbol, baloncesto y balonmano, además de la precariedad en que viven otros deportes menos seguidos.
El año pasado la ACB se negó a pagar el fondo social a la ABP, es decir, “la compensación económica de los beneficios derivados de la explotación de los derechos de imagen”. Los derechos son por los partidos televisados y financian el fondo de garantía salarial, del cual se tira cuando los clubes no pagan a los jugadores. La ACB recibe de las televisiones 2,5 millones al año y paga a la ABP 481.364,64 euros a cambio de que los jugadores cedan su imagen en dichos partidos. El problema comenzó cuando la ACB quiso reducir en un 25 % el contrato al sindicato de jugadores porque había clubes que no pagaban los 26.742,48 euros que corresponden a cada uno de ellos.
El alcance puede ser demoledor ya que, quitando el Madrid y el Barcelona, cuyos presupuestos abastece el fútbol, si los demás clubes tienen auténticos problemas para pagar a sus jugadores, ¿cómo no los van a tener para pagar a la ACB la cuota de la ABP?
En todo el deporte profesional hay graves problemas económicos. Equipos históricos de fútbol están siendo descendidos y abocados a la desaparición o han desaparecido ya, como la U.D.S. Salamanca y otros. En balonmano ha desaparecido el Atlético de Madrid y en el fútbol sala, el Caja Segovia, dos clubes míticos en sus deportes. Y esto sólo acababa de empezar.
El problema no sólo es un aviso porque nuestros deportes no se pueden llamar profesionales debido a que no se puede considerar profesional a quien no vive de los ingresos que genera, sino de los dineros del fútbol o de las subvenciones públicas; como éstas se van acabando, la mentira en la que viven los clubes deportivos de todos los deportes españoles está quedando al descubierto.
Por desgracia estamos al comienzo de un desastre que sacudirá nuestro deporte profesional nacional en los próximos años, incluido el fútbol. Lo que aquí está claro es que en España no sabemos hacer negocio con nuestros deportes, hemos vivido en un mundo imaginario debido a que los clubes de todos los pueblos y ciudades han estado percibiendo ayudas a diestro y siniestro de nuestros gobiernos (pagando las grandes deudas de nuestros equipos de fútbol, no lo olvidemos), comunidades autónomas, diputaciones y ayuntamientos, con nuestra cómplice aceptación social, ya que se beneficiaba a los clubes de nuestros amores y, de hecho, se sigue haciendo sin que a nadie le parezca mal.
Pero España está sumida en una profunda crisis, nuestras instituciones en quiebra y, por tanto, las subvenciones que concedían nuestros políticos a estos equipos de la localidad (eso sí, con el dinero de todos, no el suyo) para ganar votos, ha bajado considerablemente. Como estos clubes, con tal de mantenerse en su objetivos de siempre, no han bajado sus pretensiones y siguen gastando más de lo que generan, incluso en crisis, el resultado es que se endeudan cada vez más sin hacerse responsables de esas deudas. Como consecuencia, los impagos se suceden y llegamos a un callejón sin salida. Así pues, la cuestión es si deben percibir, por tanto, los mismos derechos de imagen que estaban firmados en un principio. Esto es un problema gravísimo debido a que a nuestros equipos de todos los deportes se les ha consentido levar a cabo este tipo de gestión todos estos años porque el apoyo social se antepone a la rentabilidad y viabilidad de un mal llamado deporte profesional, protegiendo la falta de rendimiento económico.
En otra corriente tenemos publicado un artículo sobre el fútbol americano profesional femenino (La lingerie league), donde se establecía el debate de si realmente las jugadoras debían jugar con ropa provocativa para obtener una mayor audiencia y generar más beneficios, o si esto podía ser degradante para las mujeres.
Nosotros dejamos que opinéis vosotros sobre estas cuestiones, pero está claro que la sociedad americana tiene un deporte profesional altamente rentable -a diferencia de la nuestra- y no permite que sus clubes sean mantenidos por sus ayuntamientos y sus habitantes. Tan sólo la cantidad de audiencia y sus espectadores por encuentro deciden si un club permanece o desaparece en el mundo del deporte sin crear tragedias sociales por ello y provocar manifestaciones de localidades enteras para evitar la desaparición de un club deportivo ahogado por las deudas a causa de las pésimas gestiones económicas de sus dirigentes.
Esto merece una reflexión de la sociedad española por el bien del deporte nacional.