Es posible decir, gracias a estudios científicos realizados a lo largo del tiempo y mucha experiencia, que la práctica de algún deporte y el ejercicio físico regular son beneficiosos para la salud. Si el sedentarismo se ha consolidando en la sociedad occidental moderna como un gran promotor de la enfermedad cardiovascular, en los últimos tiempos también ha proliferado un fenómeno totalmente opuesto: el deportista no profesional o aficionado, pero que incorpora la práctica deportiva a su vida con grandes exigencias competitivas que requieren un alto nivel de rendimiento. Sobre todo, practican deportes de resistencia (maratón, ciclismo, carreras de aventura, triatlón…). Tampoco cabe duda de que, esta práctica deportiva exigente, realiza cambios en nuestro cuerpo, y tiene una destacada proyección sobre nuestro corazón.
Como anexo a estos datos y su posible relación, son de rabiosa actualidad las noticias acerca de los fallecimientos en carreras populares de aficionados, y no tan aficionados, corredores y deportistas.
BENEFICIOS PARA EL CORAZÓN
El ejercicio físico mejora la capacidad orgánica del corazón, disminuyendo la necesidad de oxígeno y reduciéndose la tensión arterial, mejorando a la postre la calidad de vida. Entrenar al corazón reduce el riesgo de cardiopatías y todo tipo de enfermedades cardiovasculares, pero practicar deporte no implica olvidarse de otros factores perjudiciales en el objetivo de anular el riesgo cardiovascular, como tener una dieta baja en grasas o dejar de fumar.
Determinados los beneficios que el deporte ofrece al estado físico de nuestro corazón, debemos detenernos en los distintos estudios científicos que analizan otras repercusiones o límites a esas ventajas.
Los efectos de una actividad continuada y de alta intensidad sobre el corazón son conocidos desde hace tiempo a partir del estudio de los deportistas de élite. Pero la cardiología ahora también indaga en los deportistas aficionados o populares, un grupo poblacional en aumento, y en potencial aumento de riesgo también.
Uno de los objetivos de partida, desde el punto de vista médico, es determinar si el deporte de alta intensidad deja de aportar beneficio llegado a un punto, e incluso si, en ciertas personas susceptibles, puede conllevar riesgos.
ALTA INTENSIDAD
Científicos expertos en la protección de la salud en el deporte y en deportistas de élite, aseguran que el deporte tiene efectos positivos en la salud practicado a una intensidad submáxima o por debajo de la zona de transición metabólica aeróbica a la anaeróbica. Al sobrepasar ese nivel, pierde beneficios, y si se mantiene así durante mucho tiempo, incluso pueden aparecer efectos irreversibles (mortíferos).
MAYOR RENDIMIENTO
La práctica de deporte de alto nivel conlleva adaptaciones en el corazón, lo que se conoce como “el corazón del deportista”. Algunos cardiólogos recuerdan que, gracias a esas adaptaciones estructurales y funcionales, como el aumento del tamaño de las cavidades cardíacas, el deportista puede aumentar el gasto cardíaco de forma significativa y rendir más. Estos especialistas médicos han mostrado en estudios científicos recientes que el deporte de resistencia y alta intensidad podría favorecer las arritmias (trastorno del ritmo cardíaco o arritmia cardíaca, es una alteración en la sucesión de latidos cardíacos.
Puede deberse a cambios en la frecuencia cardíaca, tanto porque se acelere, disminuya, que no son necesariamente irregulares sino más rápidas o más lentas), concretamente la fibrilación auricular (es la arritmia cardiaca más frecuente en la práctica clínica. La FA es una enfermedad que se caracteriza por latidos auriculares descoordinados y desorganizados, produciendo un ritmo cardíaco rápido e irregular, es decir, latidos cardiacos irregulares).
En el renglón del deporte popular, añaden los cardiólogos que, en general, sería muy importante sincronizar la zona de seguridad asociada al deporte concreto e identificar el límite personal para cada individuo. Dado que estas personas no practican el deporte de forma profesional, podrían cambiar su régimen de entrenamiento para así llevar una vida sana y sin riesgos potenciales. De hecho y comparativamente, con igual carga de entrenamiento, hay personas que se adaptan mejor que otras. Es posible también, que eso sea debido a factores genéticos o a mecanismos adaptativos desarrollados en la infancia. Es decir, cada persona requiere una preparación y tratamientos individualizados.
RESISTENCIA VS FUERZA
El tipo de deporte que se practica también queda reflejado en el remodelado cardíaco o proceso resultante de cambios en la geometría y la estructura del miocardio (el corazón comienza a perder su forma normal).
Otro estudio científico compara las adaptaciones en los deportistas de fuerza con los de resistencia. Se analizaron diversos deportistas de triatlón, de deporte de fuerza y otras personas con una vida activa sana. Los cambios estructurales observados en los deportistas de fuerza tienen unos valores superiores a la población sedentaria. Los deportistas de resistencia presentaron una mayor adaptación al ejercicio, demostrado por su mayor masa miocárdica, mejores parámetros de función diastólica (de contracción y bombeo) y mejor deformación miocárdica. Estos datos abundarían en los mejores parámetros cardíacos alcanzados con el ejercicio de resistencia; no en vano la recomendación de la Sociedad Española de Cardiología es practicar ejercicios aeróbicos.
ES DIFÍCIL MARCAR LÍMITES
Es difícil encontrar estudios que aconsejen una importante cifra límite para el entrenamiento deportivo. Hay especialistas que proponen, con algunos estudios realizados, las diez horas de entrenamiento de alta intensidad semanales, pero todo es muy subjetivo. Los límites son individuales o personales como ya se ha comentado.
También comentan que cuantificar la intensidad es muy complejo en los deportistas amateur, y eso explica en parte la variabilidad de los estudios publicados. Y recalcan que para arañar horas de entrenamiento no hay que olvidar los periodos de recuperación, esenciales para la buena adaptación al deporte.
PREVENCIÓN
Además de controlar los factores de riesgo, como son el tabaquismo, la diabetes, la hipertensión o la historia familiar, es fundamental hacerse un reconocimiento completo, es decir, un chequeo cardiológico y un electrocardiograma. Si se detecta una posible anomalía entonces se pueden solicitar pruebas específicas cardiológicas que pueden ayudar a prevenir situaciones de peligro para el deportista, según recomendaciones de la SEC.
Es fundamental hacer un programa de ejercicios gradual y progresivo, ya que el corazón es un músculo que, si se quiere fortalecer, hay que tratarlo como cualquier otro.