Revista Salud y Bienestar

El derecho a la imagen de los niños

Por Pedsocial @Pedsocial

El derecho a la imagen de los niñosEn las secuelas de los ataques terroristas de Cataluña de la semana pasada, en algunos medios se ha suscitado la polémica sobre la publicación de la imágenes de las víctimas. Y más concretamente de las imágenes de las víctimas infantiles. En general, los medios responsables mantienen el acuerdo de que las imágenes de los niños debe aparecer “pixeladas” o tapadas de alguna forma, entendiendo que el derecho a la intimidad de los menores tiene un valor superior. Tal acuerdo se extiende habitualmente incluso a las llamadas “revistas del corazón”, también conocidas como “del colirín”, cuyo contenido gráfico suele superar con mucho el literario.

Desde este blog defendemos enfáticamente el derecho a la privacidad de todos los niños y en todas las circunstancias. Incluso ponemos en cuestión que tal derecho pueda levantarse por una autorización previa de los padres o tutores del menor, como también lo hemos hecho en el entorno de las autorizaciones para procedimientos asistenciales médicos. Pueden ser delgadas líneas rojas a la hora de saltárselas, pero preferimos que no se haga, por delgadas que sean.

Por todo ello somos especialmente críticos cuando las autoridades, legítimas o no, aprovechan situaciones de notable dramatismo para utilizar imágenes infantiles con propósitos dificilmente justificables.

La foto que acompaña a este blog ha sido publicada en múltiples medios, tanto impresos como digitales y en ella se contempla a un miembro de la realeza saludando a un niño hospitalizado, víctima de los mencionados ataques terroristas. Aunque nosotros la hemos tapado, la cara del niño aparece visible en todas las reproducciones que hemos podido ver, en flagrante desprecio del mencionado derecho a la intimidad de los niños. Pero nos hemos permitido resaltar con un círculo rojo una imagen en segundo plano que muestra a otro paciente, que ostensiblemente se está ocultando bajo las sábanas. Uno se pregunta porqué. ¿No quiso que le vieran?, ¿Era feo? ¿Estaba aterrorizado?…

Lo que resulta evidente y obvio, es que la visita a las víctimas tenía por objeto obtener una imagen para los medios.

Una larga vida en hospitales nos ha dado la oportunidad de ver la misma escena repetida. En 1996 y tras un atentado de ETA en un aeropuerto cercano, varias víctimas fueron ingresadas en mi hospital. Los niños en mi servicio. La tarde del día siguiente apareció por la planta un indivíduo que parecía espiritado, moviéndose nervioso, abriendo puertas y ventanas hasta que el personal le detuvo. Un personaje flaco y más bien bajito, anunció que era del servicio de protocolo del ministro del Interior y que venía a preparar la visita de su jefe a los pacientes ingresados. En aquel momento solo permanecía ingresada una niña inglesa con su madre, simplemente en observación porque no habia sufrido ningún daño, aparte del tremendo susto. El tipo desapareció con la misma rapidez que había llegado y. como al cabo de una hora, se presentó una pequeña muchedumbre de cargos ministeriales, un par de polis y media docena de periodistas con cámaras. Enmedio el ministro Mayor Oreja, del que lo más notable era la abundante caspa que adornaba los hombros del terno azul oscuro, casi negro, que portaba. Les increpé por lo intempestivo y ruidoso de la visita, pero no pude impedir que entraran todos en tropel en la habitación de los ingleses. El ministro se dirigió a la familia en correcto español, faltaría más, de lo que, también naturalmente, la familia no entendió nada, que para algunos lo de Babel continua activo. El personajillo más arriba mencionado produjo un hermosa caja de bombones que el Mayor Oreja le ofreció a la niña, un poco sorprendida y al tiempo alborozada por la atención recibida. Y, en un cierto desorden, salieron de la habitación. En esto, un pequeño revuelo dio paso a la aparición del equipo de TVE que, como suele ser habitual, habían llegado tarde al evento. El ministro, que podía haberse quejado, no se arredró. Volvió a entrar en la habitación, arrebató la caja de bombones de las manos de la niña que aún no habia tenido tiempo de abrirla, y repitió la escena de la entrega, esta vez para las cámaras. No me contuve y dije en voz alta: “¡Vaya huevos tenéis, todos juntos!” y, como en el famoso soneto cervantino, el Mayor Oreja “…/miró al soslayo, fuese y no hubo nada.”

X. Allué (Editor)


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