Por Yohan González
¿Existe en Cuba el derecho a la libertad de pensamiento? ¿Existe libertad de expresión en Cuba? Esas son preguntas que recorren mi mente desde hace días. Las opiniones sobre el tema son varias por lo que muchas veces el asunto suele dar pie a largos análisis de bandos intentando esgrimir elementos cada uno diferente del otro. Para algunos Cuba es “el gran imperio de la libertad, la democracia socialista y la participación social”; para otros, Cuba es el país donde el ejercicio de los Derechos Humanos “está impedido por una dictadura que prohíbe el pensar diferente, el expresarse diferente y donde las mayorías son oprimidas por una minoría”.
Constitucionalmente el derecho a la libertad de pensamiento y de palabra está en la vigente Constitución, el artículo 53 de la misma expresa que: “Se reconoce a los ciudadanos libertad de palabra y prensa conforme a los fines de la sociedad socialista”1. A pesar de ello, dicho artículo presenta, según algunos, una limitante en hasta donde llega esa libertad.
“¿Cuáles serían los límites de la creación intelectual en la Revolución?”, fue la pregunta que hiciera en junio de 1961 el destacado dramaturgo Virgilio Piñera durante las famosas sesiones de encuentros de intelectuales cubanos durante ese año.2 Piñera no sería el único, otros intelectuales también se lo preguntarían, entre ellos el escritor Mario Parajón. Fidel Castro -entonces primer ministro del Gobierno revolucionario- al dar respuesta a las dudas sobre el “límite”, en su famoso discurso ante una de dichas sesiones conocido como “Palabras a los intelectuales”, expresó: “Dentro de la Revolución todo, contra la Revolución nada.”2
Pero, ¿qué es revolucionario y que no? ¿A quién le corresponde regular el ejercicio de la crítica revolucionaria? ¿Es permisible ejercer dicha regulación?
Hace algunos días el bloguero Norges Rodríguez desde su blog Salir a la Manigua cuestionaba el derecho de los jóvenes a expresarse y sobre todo el que muchos fuéramos tachados desde “poco inteligentes” hasta “inmaduros”. Sus reflexiones-dudas las comparto casi en lo absoluto, a mis 22 años de edad no han sido pocas las veces en las que he tenido que someterme a juicios, casi todos ellos poco constructivos, sobre mi forma de pensar y lo “peligroso” de mis dudas y deseos sobre la sociedad cubana, sobre su socialismo y sobre la Revolución.
Cuando reflexiono sobre la herejía y el ejercicio de la misma por parte de los jóvenes cubanos siempre recuerdo unas palabras de Alfredo Guevara que llevo en mi mente casi como una consigna de toda la vida: “No hay vida adulta sin herejía sistemática, sin el compromiso de correr todos los riesgos. Y es por eso que esa actitud ante la vida, ante el mundo, supone una aventura, y la posibilidad del fracaso.Pero es también la única verdadera oportunidad de acercase a la verdad en cualquiera de sus aristas.” Es por ello que, y en base a las palabras de Alfredo, no dejo de pensar en la importancia de que los jóvenes cubanos de hoy, la generación que le tocará recibir la Cuba que nos legan nuestros padres y abuelos, ejerzamos una herejía que más que ser producto de nuestra inmadurez ante la vida sea reflejo de nuestra formación como hombres para una sociedad del futuro que nosotros mismos estamos configurando.
Ser herejes en Cuba significa ser, ante todo, revolucionarios. Ser revolucionario, y es mi criterio personal, implica luchar contra el inmovilismo y el conservadurismo. Ser revolucionario y por ende ser herejes en Cuba es aspirar a cambiar las cosas, no temer a pensar “diferente” y luchar todos los días por el movimiento negándonos hasta la muerte a vivir en el pasado.
El ejercicio de la herejía y por ende ser revolucionario en Cuba pasa primeramente por luchar contra lo que “políticamente es correcto”, un concepto que engloba muchas veces a cierto inmovilismo que padecen quienes ocupan posiciones de privilegio político y que en el pasado fueron utópicos y hasta incorregibles herejes. Nunca será fácil el ejercicio de la herejía en un país revolucionario donde lo revolucionario se confunde con ser dócil y no cuestionar lo que “desde arriba ser ordena”. Nunca será fácil la herejía en un país donde resulta todo un sacrilegio para algunos decir que podríamos habernos equivocados en algo o que es sano construir y remendar errores graves del pasado.
Revolucionario será todo aquel que luche contra el presente y no deje de tener preguntas por el futuro. Revolucionario será todo aquel que acepte su condición de hereje y acepte, como bien dijo Alfredo Guevara, “correr todos los riesgos”.
Muchos me preguntan en que creo. ¿Qué ideología profeso? ¿Con qué patrones de revolucionario me identifico? Preguntas como esas son la antesala de un cuestionamiento que sufrimos comúnmente los jóvenes herejes. No obstante, personalmente me identifico como un ser de izquierda, progresista y humanista, socialista y a la vez demócrata, reformista y con algunos toques de utópico.
Soy un joven revolucionario por lo cual soy un precoz hereje y por ende asumo los riesgos de vivir como tal. Para mi la herejía en Cuba no es un derecho, es un deber.
Volviendo a citar a Alfredo Guevara, un hombre que ya no está físicamente pero cuyas palabras siempre tendrán vigencia en el presente, recuerdo cuando dijo que: “La audacia no es criticar tirando una piedra, la audacia es ser revolucionario”
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1 Constitución de la República de Cuba. http://www.cuba.cu/gobierno/cuba.htm
2 Guanche, Julio César. “El continente de lo posible. Un examen sobre la condición revolucionaria”. Compilación de textos 2002-2008. pp. 15-23 Ruth Casa Editorial. 2008.
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