Nosotros, quienes trabajamos en Tussam, no somos controladores aéreos ni cobramos esos sueldazos que los medios dicen que cobran. Aunque también hemos sufrido linchamientos por parte de los políticos, los medios de comunicación y la opinión pública cuando hemos decidido utilizar los instrumentos que las leyes ponen a nuestra disposición para defender nuestros derechos. Forma parte de la nueva corriente de pensamiento imperante, ésa que sostiene que todo aquel que pelea por conservar un derecho conquistado a base de sudor y lucha prolongada a lo largo de los años es un “privilegiado”.
Nosotros no somos controladores. Sólo somos trabajadores que pretenden llegar a casa con un sueldo digno a final de mes, sin que ello tenga que significar que te has dejado por el camino el lugar donde la espalda pierde su esbelto nombre, ni que te hayas tenido que humillar como un esclavo.
Pero hay una cosa que nosotros, quienes trabajamos en Tussam sí que somos: personas. Seres humanos con su contenido emocional y afectivo a cuestas que transitamos por la vida con humildad y con la dignidad de quien sabe que no le debe nada a nadie porque todo se lo ha ganado con su esfuerzo.
Y como personas que somos, es lógico y comprensible que cuando un compañero decide quitarse la vida tras sufrir un acoso prolongado por la dirección de la empresa durante más un año y viendo día sí y día no su nombre reflejado, y hasta calumniado, en los titulares de los medios de comunicación de la ciudad, es humano digo, que nos sintamos afectados y se nos quiten las ganas no ya de trabajar para una empresa tirana y desagradecida, sino incluso de mirar a la vida a la cara por injusta.
Por eso hoy quiero celebrar aquí que la Sala de lo Social del Tribunal Supremo, en sentencia emitida el 21 de octubre pasado, nos haya reconocido el derecho a ser personas, a vernos arrastrados por nuestros sentimientos ante un acto impredecible y sorpresivo que nos derrumbó a todos por el dolor inmenso de perder una vida joven de una manera tan trágica e injusta.
Parece mentira que en este país haya que recurrir a los tribunales para que cosas tan elementales sean reconocidas.