Revista Cultura y Ocio
Emana de la desigualdad de condiciones un inevitable sentimiento de resignación: la vida es un fraude. Continuamente la complejidad de la existencia se acumula en un pequeño punto que se sostiene fijo delante de nuestras pupilas. No hay nada más allá del propio reto.No nos sostiene aquí la indiferencia, rechazamos la comodidad de asumir como propias las decisiones que otros tratan de imponernos, y es un ejemplo de rebelión tan grande como invisible, porque no necesitamos nada que sostener entre las manos, amenazante, nada que arrancarle a nadie, nada que gritar con rabia. No hemos dejado que el paso del tiempo nos arranque de la boca esa pregunta primigenia: ¿por qué? Y me parece más que suficiente.La satisfacción no llegará Ahora, y de ninguna otra cosa somos tan conscientes. Ese grito de rabia que no se emite permanece arrinconado en un ángulo cada vez más agudo, soportando la presión como solo sabe hacerlo quien posee la virtud de la paciencia. A pesar de todo, no podemos negarnos el derecho al fracaso. “No lo has conseguido”. Claro que no. Esa es la única respuesta. Por supuesto que no. No mientras el conformismo se siga moviendo en masa con unas consecuencias tan nefastas. “Fracasar es aquello que solo hace el fracasado”. Sabemos que esa frase no habla de nosotras. En el confín de lo que vemos no hay una Dulcinea o un condado que gobernar. Pero nosotras seguimos pintándonos los labios. Exigiré que en nuestro Acto de Graduación te den el premio a la mejor compinche en la injusticia. Nada más bonito que mi Beli.