Después de sortear innumerables obstáculos leguleyos interpuestos por el Consejo Nacional Electoral (acatando órdenes expresas de Lenín Moreno para sacar del juego, lawfare mediante, al correísmo) el binomio de Andrés Arauz y Carlos Rabascall pudo participar en las elecciones e imponerse en la primera vuelta. Si bien las encuestas pronosticaban una votación por encima del 36 % (sólo una acertó casi matemáticamente los guarismos de Arauz y Lasso) lo cierto es que al final del día y en medio de un recuento desprolijo de los votos Arauz se alzó con el 32.15 % de los sufragios. Le siguen, compitiendo cabeza a cabeza y separados por veintisiete centésimos Yaku Pérez (19.87 %) del Pachakutik y del banquero Guillermo Lasso, que en su tercera apuesta presidencial obtuvo 19.60 % de las preferencias electorales. No obstante, falta todavía computar una pequeña cantidad de votos que, dada su localización regional, podrían revertir esta situación y posicionar a Lasso en el segundo lugar. Pero al momento de escribir estas líneas el CNE aún no había concluido el escrutinio.
Hubo dos sorpresas en los comicios de ayer: una fue el avance de Pérez, que en todas las encuestas previas nunca aparecía en condiciones de poder ingresar a la segunda vuelta disputando un lugar que el equipo de Lasso daba por seguro; la otra fue la fulminante irrupción de Xavier Hervas, un “caballo negro” como se dice en la jerga política mexicana, que de la nada (en torno al 2 por ciento) saltó al 16 % de los votos en menos de tres semanas apelando a un intenso –y harto efectivo- trabajo en las redes sociales, sobre todo el Tik Tok. Es que el Facebook, me dicen los jóvenes, “es cosa de viejos”; Hervas también lo sabía y atrajo una importante caudal de votos juveniles con su estrategia. Hubo también otra novedad, no tanto sorpresiva en sí misma pero sí por lo categórica de su manifestación: el derrumbe de la derecha histórica ecuatoriana. En esta ocasión Lasso y su partido, CREO, aunó fuerzas con los Socialcristianos de Jaime Nebot (durante casi 19 años alcalde de Guayaquil, lo que en un alarde de incoherencia jamás le impidió lanzar flamígeras críticas al “antidemocrático re-eleccionismo” de Rafael Correa, Evo Morales y Hugo Chávez) y su sucesora en la alcaldía, Chyntia Viteri. Ambos partidos habían obtenido, yendo por separado, el 45 % de los votos en la primera vuelta de las presidenciales de 2017; ahora, unificados, apenas arañan el 20 %. Lenín Moreno propinó un golpe devastador al neoliberalismo: el candidato del oficialismo, su ministro de Cultura Juan Fernando Velasco Torres, cosechó un bochornoso 0.82 % de los votos.
Lo que se viene en las próximas semanas es una agotadora campaña electoral de más de dos meses porque recién el 11 de abril tendrá lugar la segunda vuelta. Mientras, está en ciernes una dura batalla en el Consejo Nacional Electoral y en la Justicia para determinar quién disputará la presidencia con el candidato del correísmo. Sobran las especulaciones acerca de quién sería más vulnerable ante una estrategia ofensiva de Arauz. Hay quienes prefieren al banquero, porque en ese caso el contraste entre ambas propuestas sería de una claridad absoluta y además porque Lasso “co-gobernó” con Moreno estos últimos cuatro años, y tendrá que hacerse cargo de la debacle en que ambos han sumido al país. Esto es cierto, pero también lo es que si hay un político en Ecuador que dispone de un enorme poder financiero, mediático, político y en el ámbito judicial ese personaje no es otro que Lasso.
Puede comprar muchas voluntades, movilizar al sicariato mediático y judicial e invertir cuantiosamente en su campaña sin dificultad alguna; todo el establishment se alineará incondicionalmente detrás de su candidatura. Otros en el entorno de Arauz dicen que preferirían una segunda vuelta con Pérez, si bien su retórica aparentemente progresista y de izquierda puede engañar a muchos incautos con su defensa del agua y el medio ambiente. Engañar, decía, porque como bien lo recordaba Chico Méndes, el gran ambientalista brasileño asesinado por los terratenientes, “ecología sin una crítica al capitalismo es mera jardinería”, y Pérez no critica al capitalismo ni plantea la necesidad de su superación histórica. Además no ha cesado de atacar a los gobiernos “dictatoriales y fraudulentos” -según sus palabras, de Bolivia, Venezuela y Nicaragua- y en este terreno su alineamiento con las directivas de Washington es total y no parece tener nada de casual. No sólo eso: al igual que Lasso favorece la eliminación de los impuestos a la salida de divisas, tema hipersensible para los banqueros y la elite empresarial ecuatoriana.
Por otra parte, hay que recordar que en el ballottage del 2017 Pérez pidió a las comunidades originarias que votaran por Lasso. Dijo, textualmente que “es preferible un banquero que una dictadura”. Hombre de buena crianza e impregnado de cristiana gratitud gracias a décadas de militancia en el Opus Dei, hace unos días Lasso aseguró que en caso de no llegar a la segunda vuelta apoyaría a Pérez con tal de derrotar al “totalitarismo populista” satánicamente encarnado en la figura de Rafael Correa.
No hay dudas que los próximos dos meses serán pletóricos de novedades, y de no pocas sorpresas en el Ecuador. Esperemos que, al final de este tortuoso derrotero, tengamos buenas noticias para la Patria Grande.
Por: Atilio Borón