
Alrededor de los cuatro años de edad el niño se da cuenta de que las otras personas no piensan ni sienten igual que él. Esto se produce gracias a la teoría de la mente, que es la habilidad para comprender y anticipar la conducta, intenciones y emociones de otras personas. Es el inicio del proceso que ayuda al niño a empatizar con el otro y ponerse en su lugar. Este aprendizaje tiene gran relevancia en la afectividad, ya que permite contemplar a la otra persona como un ser completo y complejo (tanto como uno mismo) con deseos, afectos y diferentes formas de modularlos y expresarlos.La autoestima es un pilar clave a esta edad, ya que la valoración positiva de si mismo permite al niño alcanzar sus objetivos desde la ilusión y la seguridad que otorga el creer en sus propias capacidades. Durante el proceso, el niño descubre el orgullo del éxito, que le conduce a un mayor nivel de concentración y persistencia, asimismo surge el deseo de probar nuevas experiencias que le permiten seguir aprendiendo. Para que un niño se sienta orgulloso de sus actuaciones y de si mismo, necesita que sus figuras de referencia (padres, familiares y maestros) hayan mostrado de forma realista que se es merecedor de él. Leer más: Fuente El Confidencial
