Este año se conmemora el sesenta aniversario del descubrimiento del causante de una de los mayores desastres ecotoxicológicas y toxicológicas cuyo origen fue el hombre. El desastre de la Bahía no sólo ha pasado a los tristes anales del hombre por sus consecuencias ambientales, sino también por el lastre temporal que lo sostuvo, durante precisamente 60 años. ¿Pero cuál fue su origen?
Una de las empresas más notables de principios del siglo pasado en el archipiélago nipón, Chisso Corporatin Ltd, instaló una factoría de productos químicos en Minamata en 1908. Principalmente los intereses eran la fabricación de acetileno, acetaldehído, ácido acético, cloruro de vinilo y octanol, por citar algunos.
Los productos de desecho evidentemente al no existir una conciencia ecológica como la que “disfrutamos” hoy en día, pues iban directamente a las aguas de la bahía de Minamata, sin recibir tratamiento alguno.
Los primeros perjudicados, fueron los animales acuáticos, pues la pesca de la zona se redujo considerablemente. La solución que dieron la dirección de la empresa, fue la más sencilla, llegar a acuerdos con la cooperativa de pesca. Este tipo de ayudas, a modo de pequeño consuelo duró casi dos décadas (entre 1926 y 1943).
Claro que la rápida expansión de la fábrica de Chisso, hizo crecer la economía local, lo que acalló en cierta manera, al sector pesquero.
La reacción química en la producción del acetaldehído empleaba sulfato de mercurio como catalizador. Una reacción secundaria del ciclo catalítico conducía a la producción de una pequeña cantidad de un compuesto orgánico de mercurio, el metilmercurio.
Este compuesto, altamente tóxico fue liberado en la Bahía , desde el inicio de su producción el 1932, hasta el 1968, momento en el que las emisiones de metilmercurio se suspendieron.
El 21 de abril de 1956, una niña de cinco años fue tratada en el hospital de la fábrica de Chisso, por sus dificultades en el caminar, el habla y convulsiones. No acabó ahí, ya que al día siguiente fue su hermana, la que padecía los síntomas. Al cabo de poco tiempo, más casos, hasta ocho, también fueron hospitalizados.
El 1 de mayo de aquel año, el director del hospital, reportó a la oficina local de Salud Pública que la existencia de una “epidemia de una enfermedad desconocida que afecta al sistema nervioso central”. Hecho que marca el descubrimiento oficial de la enfermedad de Minamata.
A raíz de este punto de inflexión, se creó un comité de medidas contra esta extraña enfermedad a finales de mayo de 1956. Lo primero que se pensó y dado el carácter local, es que la propagación podía ser de tipo contagioso. Así pues, los afectados fueron aislados y sus hogares desinfectados de manera sistemática.
Pero, otros sucesos llamaron la atención a los miembros de aquella comisión de investigadores. Y es que los gatos y otros animales salvajes, se comportaban de una manera un tanto extraña en las inmediaciones de las casas de los afectados. Los gatos empezaban a tener convulsiones, enloquecían y finalmente morían. La naturaleza mostraba sus signos visibles de la contaminación acumulada tras años de vertidos. Los cuervos morían, las algas ya no crecían en el fondo del mar y la superficie de las aguas se cubrió de un manto de muerte de millones de peces sin vida flotando en ella.
Un grupo de investigadores de la Universidad de Medicina de Kumamoto en 1965, comenzó a estudiar a los pacientes ingresados, con el fin de llevar a cabo un estudio en profundidad. Llegaron a varias conclusiones. La más importante es que la enfermedad se desarrollaba sin aviso previo, con pérdida de sensibilidad y entumecimiento de manos y pies (incapacidad de coger objetos). Dificultad de andar de manera correcta, problemas de visión, cambio de la voz, problemas de audición y deglución. Por lo general, los síntomas evolucionaban de manera negativa y con un final dramático.
A menudo los enfermos eran miembros de la misma familia, de pueblos de pescadores en la ribera de la bahía de Minamata. Curiosamente el alimento básico de las víctimas que compartían la misma dieta, era el pescado y marisco de la bahía.
El análisis del pelo de los enfermos marcaba hasta 705 ppm (intoxicaciones agudas) frente a los 4 ppm de individuos de fuera del área contaminada.
¿Pero y por qué también afectaba a los gatos? La explicación era que los gatos de la zona, a menudo eran alimentados con las sobras de la mesa de la familia. El final era de esperar que fuese el mismo. Esto condujo a pensar, que el brote tenía un origen alimentario, siendo el pescado y el marisco consumidos, los principales sospechosos y presumiblemente contaminados. Como concluyo, el grupo de investigación: “la enfermedad de Minamata es probablemente debida a una intoxicación por metales pesados….es de suponer que se incorpora al cuerpo humano principalmente a través del pescado y el marisco”.
Una vez se comenzó a sospechar de intoxicaciones por metales pesados, las aguas residuales de la planta fueron las primeras sospechosas. Fue Douglas McAlpine, un neurólogo británico, el que sugirió que los síntomas, eran muy parecidos a los de intoxicación de mercurio orgánico. Esto ya era un buen comienzo para averiguar el principal causante.
Para acallar a la opinión pública, la propia compañía, paralelamente, realizó sus propios análisis, pero ocultó todos los resultados.
A partir de febrero de 1959, las autoridades comenzaron a estudiar la distribución de metales pesados en la bahía, entre ellos el mercurio. La concentración de grandes cantidades de mercurio en el pescado, marisco y sedimentos en la bahía.
Llamó la atención las concentraciones más elevadas en los alrededores del canal de vertidos de aguas residuales de la fábrica en el puerto de Hyakken (ver mapa que acompaña este post). A medida que nos alejábamos mar adentro, la concentración del metal pesado disminuía. Esto indujo a pensar que el origen del problema era los vertidos de la fábrica (hasta 2 kg de Hg/tonelada de sedimentos).
El 12 de noviembre de 1959, el Ministerio de Salud y Bienestar Social de Japón, publicó su conclusión oficial:”la enfermedad de Minamata es una intoxicación que afecta principalmente al sistema nervioso central causado por el consumo de grandes cantidades de pescado y marisco proveniente de la Bahía de Minamata y sus cercanías, siendo el agente causal principal algún tipo de compuesto orgánico de mercurio”.
En una maniobra inconsciente, la empresa, cambió de situación del vertido. Pensó que en lugar del puerto de Hyakken, origen del foco, desviando este al rio, escaparía a todas aquellos dedos acusadores que la señalaban. El problema se extendió, pues a partir de ese momento, otras poblaciones a lo largo de la costa del mar de Shiranui empezaron a encontrarse en esa misma situación.
A raíz de esta diversificación del problema en todo el Mar de Shiranui y con la prohibición parcial del consumo de la venta parcialmente del pescado capturado en la Bahia de Milamata, hizo que las cooperativas, pidieran nuevas indemnizaciones. Las protestas con revueltas ciudadanas terminaron con la ocupación violenta de la fábrica.
Tras muchas negociaciones, finalmente los afectados percibieron indemnizaciones y Chisso fue obligada a instalar un sistema de tratamiento de aguas residuales. Pero aquello, una vez más fue un engaño que no sirvió para nada. De hecho en la década de los sesenta, los resultados de los análisis se desconocían totalmente, puesto que sacarían a la luz que la contaminación iba en aumento.
Esta grave crisis de salud pública, se reflejaba en el progresivo aumento de los casos de nacimientos con parálisis cerebral y otros trastornos infantiles, nacidos después del brote, expuestos durante la gestación (el metilmercurio, pasa a través de la sangre de la placenta y se acumula en el feto). A esto se le sumaba que las familias afectadas, se vieron rechazadas por el resto de la población, pues se pensaba que acabarían arruinando la economía local.
Finalmente, en 1968, Chisso deja de producir acetaldehído con mercurio como catalizador. Lejos de satisfacer a las familias afectadas, estas emprenden una demanda que duró cuatro años de juicios. El 20 de marzo, finalmente, la sentencia da la razón a las familias y la compensación a la que se vio avocada la empresa fue de astronómica en aquella época.
En las últimas décadas del siglo XX, se iniciaron las árduas tareas de drenaje de todos los sedimentos más contaminados de la bahía de Milamata. Además se incluyeron redes para evitar que los animales salieran de la zona afectada. El último paso fue rellenar la zona con materiales limpios. El costo final en un 65% fue para Chisso y el resto para el gobierno.
Los niveles de metilmercurio, fueron disminuyendo y finalmente en julio de 1997, el gobernador, declaró la Bahia de Milamata como zona segura. Actualmente, las familias ya pueden ver su vida como recupera la normalidad, la vida de la fauna y la flora acuáticas vuelve a resurgir con fuerza, tras 60 años de condena.