Lo de las elecciones del 13-F en Castilla y León ha sido un desastre propio de esta alocada España. Mañueco mendiga ahora estabilidad de Gobierno tras romper la estabilidad de Gobierno. Al PP de Casado (+2 procuradores) le ha salido el tiro por la culata porque no ha alcanzado la mayoría absoluta que buscaba y Vox (+12) ha sido el gran vencedor. El ansia de poder de Génova y Mañueco ha aupado a la ultraderecha hacia cifras impensables y eso es el desastre de los desastres. Los perdedores, Ciudadanos (-11), el PSOE (-7), el CIS (que no ha dado pie con bola) y la gobernabilidad de Castilla y León, con la extrema derecha meciendo peligrosamente la cuna. El resultado es un país más polarizado, más bronca interna en el PP que busca un candidato de verdad, una mediocre Díaz Ayuso que se viene más arriba (por favor), un Vox exultante rumbo a ocupar más escaños en el Congreso, un PSOE que no tiene paraguas para tantos chaparrones, un Unidas Podemos en estado comatoso y sin suero intravenoso, y un Ciudadanos a un paso de irse definitivamente al carajo. Eso ha sido el 13-F, un sopapo a mano abierta del que hasta se arrepiente el PP, muñidor del desastre. Lo siento por los leoneses y los castellanos, que han sido víctimas de ese centralismo político que te invade unas semanas y lo centrifuga todo hasta dejarlo bien esmirriado y arrugado. Qué caras más tristes.
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