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El desconocido Kamikaze del siglo XIII

Por Manu Perez @revistadehisto

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El desconocido Kamikaze del siglo XIII

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Todos conocemos la historia de los kamikaze japoneses en la segunda guerra mundial. Eran pilotos suicidas que se estrellaban contra los barcos americanos causándoles importantes bajas.

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¿Pero sabemos la historia de los kamikaze?

En el siglo XIII el imperio chino era el más grande y poderoso del mundo en aquel momento y su emperador era Kublai Kan, nieto del gran Gengis Kan que conquistó China.

A pesar de su origen mongol, Kublai se sintió fascinado por la cultura china e incluso se convirtió al budismo, pero siempre fue tolerante con las otras religiones; en su gran imperio que llegaba desde Europa al Pacífico y desde Siberia a Mesopotamia y la India había cristianos, budistas y  musulmanes, entre otras religiones. Tanto admiraba China que trasladó su capital a Pekín, pero no por eso confió en el pueblo  chino.

Muchos chinos no admiraban la nueva dinastía  Yuan de la que Kublai era el primer emperador y seguían fieles a la anterior dinastía Song y a sus antiguas costumbres, en parte porque los chinos, sobretodo los del sur, perdieron prerrogativas a favor de los nuevos dirigentes mongoles y eso provocó sublevaciones. Cuando Marco Polo, que hablaba cuatro idiomas, llegó a China, Kublai lo tuvo a su servicio durante diecisiete años y le hizo embajador de las tierras del sur porque no se fiaba de los funcionarios chinos.

Kublai Kan tenía que seguir expandiendo su imperio si quería ser admirado por sus súbditos. Poco después  de haber sido coronado emperador conquistó Corea; Japón sería su  siguiente conquista porque estaba aislado y tenía un ejército bastante inferior al suyo. Dos años más tarde de haber sido nombrado emperador mandó sus embajadores al emperador japonés que residía en Kioto y al shogun de Kamakura.  El shogun de Kamakura, liderado por  Tokimune , de tan sólo diecisiete años, pertenecía al  clan Ojo, era en realidad tan importante o más que el emperador porque era el que mandaba en los  ejércitos.

El mensaje  era en realidad una amenaza y un insulto: o  se rendían  pacíficamente o todo el Japón sería arrasado a sangre y fuego.

Pero había algo peor que la amenaza de la invasión: que en aquel mensaje  Kublai llamaba a Japón “pequeño estado” y a su emperador , “rey”. Los japoneses se indignaron por aquel trato tan vejatorio, aquel mensaje era un insulto para el orgulloso pueblo japonés. Ellos también eran un imperio: el Imperio del Sol Naciente y tenían un emperador, no un rey ¿ Qué se había creído Kublai Kan? Además los samurais  a las ordenes de los shogun preferían la muerte a la rendición; su código de honor era muy estricto.

Así que se negaron a responder al embajador, le expulsaron sin miramientos y tuvo que volverá Pekín con las manos vacías. Ser mensajero en aquellos tiempos era peligroso, si Kublai Kan pensaba que no había hecho bien su trabajo, su cabeza podía rodar. Cuando Kublai mandó nuevos embajadores amenazándoles con la guerra si no respondían a sus demandas el emperador  japonés les degolló y mandó sus cabezas a Kublai: ésa era su respuesta.

Como era lógico en el año 1274 China declaró la guerra a Japón. Kublai aprestó a su gran ejercito: 15.000 guerreros mongoles (otros hablan de 80.000 pero a muchos arqueólogos les parece exagerado ese número) y 8.000 coreanos. Sólo la flota, que era inmensa, contaba con 7.000 marineros y 800 barcos, de los cuales 300 eran de gran tamaño y el resto,  pequeños juncos. Kublai nunca dudó de que ganaría aquella guerra fácilmente .

Porque aparte de su gran ejército contaba además con armas poderosas y desconocidas para los japoneses; tenían  catapultas y ballestas de un alcance muy superior al normal, hasta 800 metros de alcance y que podían atravesar las duras corazas de los samurais, flechas envenenadas  y duras espadas de acero templado.

Pero sobre todo  tenía un arma nueva y terrible que el descubrimiento de la pólvora había hecho posible, capaz de explotar y matar a la gente que estuviera situada a seis metros de distancia, es decir, que evitaba el combate cuerpo a cuerpo que era la forma habitual de luchar. Aquella  nueva arma era la  granada de mano.

Constaba de una  pequeña vasija de cerámica ovoide con un orificio en un extremo y una mecha, estaba rellena de pólvora y quizás también contenía trozos de hierro. Un hondero las disparaba tras encender la mecha. Al explotar podían llegar a alcanzar los 370 grados de temperatura y no sólo mataba; el estruendo  que producía espantaba a los caballos y a la infantería y el desorden que provocaba era aprovechado por los soldados mongoles.

La flota partió de Corea y se dirigió a Japón, posiblemente desembarcarían en Kyushu, la isla más cercana a la costa coreana. Todos los habitantes que habían dejado la isla fueron obligados a regresar y el pequeño ejercito japonés se dispuso a luchar. Para la población civil se erigieron multitud de altares donde pudieran rezar y pedir la protección de sus dioses ya que el ejército no se veía capaz de detenerlos.

Las islas de Tsushima e Iki fueron rápidamente conquistadas, sus casas  y sus campos fueron quemados, sus habitantes degollados y sus mujeres llevadas cautivas. Ése era el destino que les esperaba a todos si se enfrentaban al ejército mongol que había recibido el mandato del cielo y que eran los amos del universo.

Los restos del ejército japonés se retiraron a Kyushu llevando la noticia del suicidio de  Taira Kagetaka,  gobernador de la isla y de  toda su familia para evitar rendirse. Relataban crueldades inimaginables: decían que los mongoles agujerearon las manos de las mujeres para colgarlas a los costados de los navíos, el pánico se extendió  por la isla.

La flota mongola llegó a la bahía de Hakata y  los japoneses resistieron heroicamente durante todo el día sin dejarles desembarcar mientras la población aterrorizada rezaba sin parar a su diosa Amaterasu, la diosa del sol, del calor que da la vida y de la compasión. Había sido su nieto, Ninigi-no-Mikoto el que pacificó Japón y su bisnieto, Jinmu, el primer emperador y creador de la  dinastía imperial japonesa. Amaterasu era la diosa madre y fundadora de la dinastía imperial del Sol Naciente, nadie como ella para proteger  al pueblo japonés, ella no dejaría que el emperador, que era de su familia, muriera a mano de los invasores.

Era el 19 de octubre. Durante todo el día el ejército japonés, que no contaba con más de seis mil hombres trató de contener a los mongoles, la bahía era bastante cerrada y la caballería no pudo emplearse a fondo pero las granadas explosivas aterrorizaron a hombres y caballería.  Cuando cayó la noche el combate cesó y los mongoles decidieron volver a sus barcos temerosos de un ataque nocturno.

Pero aquella noche un tifón se desencadenó y cogió desprevenidos a los mongoles que aunque eran grandes guerreros, no eran buenos navegantes. Aquel viento furioso hizo que las naves chocaran entre sí y se hundieran. Gran parte de la flota mongola se perdió en la bahía de Hakata, los que pudieron llegar a tierra fueron llevados a Kioto, interrogados y luego ejecutados. Sólo un tercio de aquel ejército regresó a Corea un mes más tarde.

Comenzó a correr la voz entre la población que había pasado el día rezando en los santuarios de  que Amaterasu, gracias a sus plegarias, había mandado un viento divino que había derrotado al enemigo.  Ese viento divino  mandado por la diosa Amaterasu en japonés se llama kamikaze.

Autor: Nissim de Alonso para revistadehistoria.es

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Bibliografía:

  1. ANCIENT ORIGINS. KUBLAI KAN. EL SABIO FUNDADOR DE LA DINASTÍA YUAN.
  2. JAMES . P. DELGADO. KHUBILAI KAN’S. LOST FLEET: IN SEARCH OF A LEGENDARY ARMADA
  3. KRONOS HISTORIA. EL ORIGEN DE LA PALABRA KAMIKAZE, EL FRACASO DE LA INVASIÓN DEL IMPERIO MONGOL.
  4. INVASIONES DE LOS MONGOLES A JAPON.
  5. . HISTORIA JAPONESA. KAMIKAZE, EL VIENTO DIVINO QUE SALVÓ A JAPÓN.

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