Pedro Paricio Aucejo
Durante el Siglo de Oro, España evidenció su hegemonía en el mundo no solo por la extensión de sus dominios y la fuerza de sus ejércitos, sino también por la superioridad de su cultura. Fue grande especialmente por el genio de sus literatos (Cervantes, Góngora, Quevedo, Lope, Calderón…), artistas (Zurbarán, Murillo, Velázquez, Herrera, Churriguera, Martínez Montañés…), sabios (Servet, Zurita…) y santos (Loyola, Teresa de Jesús, Juan de la Cruz, Tomás de Villanueva, Pedro de Alcántara, Francisco de Borja, Alonso Rodríguez, Francisco Javier, Juan de Ribera, Juan de Ávila…).
La presencia de estos últimos y la de multitud de misioneros destinados a la evangelización de las Indias, unida a la defensa por parte de los Tercios y la Armada de cualquier territorio donde se viesen oprimidos los católicos –Flandes, Francia, Alemania, Lepanto…–, permitió que la gravísima crisis que, en la fe católica, supuso la escisión protestante fuese superada en buena medida gracias al papel determinante de España. Además de la acción llevada a cabo por la Contrarreforma, la reforma católica experimentada en la Iglesia española de esa época convirtió a nuestro país en el baluarte más firme del catolicismo en el mundo. Su acendrada religiosidad infundió un nuevo impulso espiritual al pensamiento cristiano y otorgó unidad y universalidad a la Iglesia del momento, propiciadas básicamente por la destacada intervención en el concilio de Trento (1545-1563) de teólogos como Cano, Laínez, Salmerón o Soto.
En el ámbito de la teología sacramental, los puntos centrales sostenidos por estos hicieron referencia a la institución de los sacramentos por Cristo, a su carácter, a su número, a la gracia que confieren para la santificación del hombre, a la iniciativa de Dios y los méritos de la pasión de Cristo como fuente de aquella gracia, a su celebración, a su importancia… En este contexto doctrinal se desenvolvió la vida, la experiencia y la enseñanza de Santa Teresa de Jesús en materia sacramental, si bien no es esta una cuestión principal ni en sus escritos ni en su proceso místico, a pesar de que hable con frecuencia de la eucaristía, de la penitencia y de asuntos relacionados con estos dos sacramentos.
Según Dionisio Borobio García (1938)¹, la clave para discernir la riqueza de este tema en la Santa es la ‘sacramentalidad’ vertida –a lo largo de su trayectoria espiritual– en la oración, en las diversas fases de su experiencia mística, en la unión con Dios y la gracia, en el amor esponsalicio, en los diversos símbolos que utiliza en sus escritos (abeja, agua, árbol, bodega, llaga, luz, moradas…), en la conciencia de pecado y la voluntad de conversión… Así, en medio del trasiego de fundaciones y contratiempos, Teresa nunca abandonó la oración, ni la confesión y el consejo de los confesores, ni la devoción eucarística (nunca estaba completa una fundación si no tenía un lugar para el Santísimo Sacramento). Y, aunque la monja abulense no estudió teología, por su amplia formación cristiana reflejó en sus escritos el pensamiento sacramental del momento.
No obstante, las referencias explícitas al respecto son escasas, si bien muy significativas. En un caso (Vida 19, 5), se refiere a quienes, saliendo del pecado, recuperan la gracia debido a la virtud o eficacia que Dios puso en los sacramentos, destinados por su inmensa misericordia para que fueran ‘medicina y ungüento’ de sanación de las heridas del pecado. En otros lugares (Fundaciones 16, 7), manifiesta su fe en los sacramentos como ‘remedios’ para la transformación de la vida; como ‘defensas’ contra los ataques del demonio; como ‘garantías de salvación’. Pero, sobre todo, los sacramentos son para ella presencia viva del misterio redentor: por medio de ellos, Cristo se hace presente y se comunica. Es esta la razón de ser de su queja contra los cristianos que los desprecian, y a los que Cristo ha querido hacer sus amigos (Camino de perfección 1, 3).
De modo especial (Camino de perfección 35, 3), pensaba la Santa en aquellos que rechazan la presencia de Cristo en los sacramentos, sobre todo en la eucaristía (‘como se hacen en los lugares adonde estaba este Santísimo Sacramento entre estos luteranos, deshechas las iglesias, perdidos tantos sacerdotes, quitados los sacramentos’). En consonancia con lo sostenido por el experto teólogo soriano, se puede concluir al respecto que “Teresa [sintió] profundamente el desgarro ‘sacramental’ que han producido los luteranos en la Iglesia, pues era muy consciente del problema de la división y la negación de una doctrina tan fundamental”.
¹Cf. BOROBIO GARCÍA, Dionisio, Sacramentalidad, Sacramentos y Mística en Santa Teresa de Jesús, Burgos, Fonte-Monte Carmelo, 2017.
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