Revista Diario
Y es que nada hay tan difícil como cerrar por amor la mano abierta y avergonzarse de su generosidad.
Friedrich Nietzsche
Estoy un poco nerviosa porque aunque no es la primera vez que algo mío se publica aquí, sí es la primera vez que lo publico yo, con totales poderes. Y es que he de contaros que Belén me ha concedido el honor de compartir este rinconcito suyo, con ella y con todos vosotros. Por eso, para mí es un orgullo y también una responsabilidad escribir en carta urgente y sólo puedo prometer intentar dejar el alma al escribir, tanto como su creadora lo hace en cada entrada. Mi nombre es Sofía y con este escrito me gustaría presentarme ante vosotros.
Ella cerró su cuaderno de notas con rabia. Las últimas palabras que había escrito resumían su sentir y su desorientación. “¿Por qué?” No tenía respuestas a esa pregunta y nadie le conseguía dar una que le convenciera. En ese momento se sentía la persona más desdichada del mundo, perdida y envuelta en un halo de desengaño y desconfianza.
Se sentía agotada y al tumbarse en la cama supo que la realidad no distaba mucho de sus sueños, de sus pesadillas. Tuvo miedo de cerrar los ojos y ver con claridad todas esas frases de cariño, todos esos momentos en los que había sido feliz y todas esas esperanzas y esas ilusiones que había puesto en bandeja de oro, para que un ladrón sin escrúpulos se las robara una a una, hundiéndola en la noche más oscura, sin saber cómo ni cuándo escaparía.
Se abrazó a sí misma buscando el calor que ya no tenía, agarrando el sentimiento que aún había en ella y sujetándolo con fuerza. Sabía que tenía que arrancarlo, sabía que era la única salida posible y que no debía mantenerlo más en sus adentros, pues por desgracia, estaba envenenado. Veneno de mentiras y falsas promesas, veneno de cobardía y del más amargo de todos los sabores: La decepción.
Tiró de sus males hacia fuera, sacándolos a borbotones en lágrimas que le quemaban las mejillas, desatando con dolor ese nudo opresivo de su pecho. Y cuando al fin estuvo liberada, se sintió vacía. Sola, en un inmenso desierto, el desierto del volver a empezar.
Dudó de sí misma, pensando en que era imposible andar todo aquello, volver a confiar y volver a abrirse al mundo. Pero oyó voces al final del camino, voces que le alegraban el alma, que la llenaban de paz, que le regalaban las fuerzas y la fe que necesitaba. Se puso en pie con decisión y echó a andar, llena de miedos y de incertidumbre, pero sabiendo que su corazón era fuerte y bravo y no merecía perderse en aquel desierto. Debía seguir luchando para encontrar el final del camino, para llegar a ese lugar lleno de corazones perdidos como el de ella. Y una vez allí, regalar todo ese amor que tenía dentro, hasta que el injusto destino se apiadara de ella y le llevara a abrazar a un corazón sincero, que por fin le devuelva la felicidad que nunca debieron robarle.
PD: Tanto amor puse, tanta decepción sufrí...