El despertar de la señorita Prim. Natalia Sanmartín Fenollera. Barcelona, Planeta, 2013.
Justo sueño
La señorita Prim dormía plácidamente el sueño de la "ignorancia de la vida", parece ser. La pobre señorita Prim, sabía muchas cosas del mundo en el que habitaba, gracias a su cultivado intelecto y sus varias titulaciones; sabía de memoria poemas de autores latinos y era capaz de pasar horas discutiendo sobre argumentos y personajes clásicos de la literatura inglesa, particularmente.Aun así, la señorita Prim era ignorante.Tuvo que desplazarse hasta San Ireneo de Artois para -al modo de los y las modernos y modernas contemporáneos y contemporáneas, que se van a la India para "reencontrarse"- llegar a conocer qué es lo que le faltaba a su vida para poder ser realmente "vivida". En San Ireneo, la gente huye de las nuevas tecnologías y se refugia en un rancio espíritu de falsa "paz y armonía" con su entorno, porque se dedican a comer pasteles y leer libros gordos en vez de contestar whatsapps. Desconexión auténtica, como un baño en el Ganges, vaya.Y entonces conoce a las personas que viven en el pueblo, se encariña con ellos y discute con algunos; aprende a desenvolverse con los niños más repelentes y redichos de la comarca y a lidiar con las ambiguas respuestas, no solo del sieso de su jefe, sino también de la cohorte de marujas feministas que domina el cotarro de esa peculiar sociedad.Para cuando Prudencia Prim se cae de la cama y despierta, el libro se ha terminado y poco más se nos queda de provecho en la memoria a corto plazo, aparte de la reafirmación de que Jane Austen es lo más.Imagino que es lo justo.