Nos dicen que la democracia es votar, y punto. Lo grave es que ni tan siquiera eso lo respetan. La democracia debería de ser algo más, una participación constante. Votar una vez cada cuatro años, y olvidarse hasta la próxima vez es propio, de una democracia de baja calidad o de una pseudo-democracia. Consejos de participación popular, posibilidad de referéndums, comisiones de control del programa y otras medidas que permitan a los ciudadanos controlar, criticar y denunciar posibles incumplimientos y tropelías deberían formar parte de nuestro ordenamiento jurídico, de nuestro Estado de Derecho.
Bueno, pues no sólo no se permiten medidas de participación, sino que además, en ocasiones, se desprecia el voto popular, puesto que una vez elegido un candidato, en pleno periodo de gobierno es sustituido por otro, del mismo partido, que no era el candidato y que nadie sabe si hubiera ganado las elecciones de haberse presentado como tal.
Se trata de una forma de engaño que debería prohibirse puesto que pone al frente de un gobierno, sea del tipo que sea, a una persona que no era el candidato que se había votado, por lo que la elección democrática queda minusvalorada y la voluntad ciudadana en entredicho, ya que llega a gobernar quien no estaba previsto.
Son muchos los casos que han sucedido. El último el de Griñán, actual presidente de la C.A. andaluza que ha decidido, llevando sólo dieciséis meses en el cargo, renunciar al cargo en favor de una persona a la que –así dicen las encuestas— la mayoría de los andaluces apenas conocen. Precisamente Griñán llegó hace seis años a presidente sin ser votado, heredando la presidencia de Chaves, quién renunció a la misma.
Otros casos sonados han sido el de Gallardón que abandonó la alcaldía de Madrid para ser ministro de Rajoy, dejándonos a Ana Botella, una verdadera ganga. Y otro más, de los últimos, el caso de Esperanza Aguirre que dejó la presidencia de la C.A.M. en manos de su segundo, Ignacio González, otra baratija. ¿Hubieran ganado las elecciones Gonzáles y Botella si se hubieran presentado como candidatos a la C.A.M. y a la alcaldía? Pregunta que no tiene respuesta, aunque muchos tememos que no hubiera sido lo mismo.
Este tipo de intervención, como es la sustitución de un presidente votado por otro que no era candidato, degrada la democracia y desprecia a los ciudadanos, que votan pensando en un candidato y en plena legislatura se lo cambian, y le dan gato por liebre. ¿Por qué se permite esta sustitución ignominiosa?
Se puede entender que en caso de causa de fuerza mayor pueda ocurrir. Por ejemplo, por enfermedad grave, fallecimiento o incapacidad de cualquier tipo. Lo que no es comprensible es que ocurra para ser ministro o conseguir otro puesto, o para promocionar a alguno del mismo partido que habría tenido problemas para ganar las elecciones si hubiera sido el candidato. Quien se presenta a una elecciones ha de hacerlo con la fuerza y la obligación de permanecer en el puesto durante toda la legislatura.
Esta es una de las reformas que se deberían hacer. No se puede falsear una elecciones cambiando de candidato cuando están ya celebradas. Esto significa, ni más ni menos, que un desprecio absoluto a los electores. Otro más, y no son pocos.
Salud y República