Un día tras otro decimos y anotamos nombres de objetos o materiales aparentemente tan familiares que ni siquiera caemos en la cuenta de que son invenciones del mundo comercial; estas son las denominadas marcas registradas. Las que se recogen en el DRAE son sustantivos comunes, a la par que baladíes como si fueran uno de nuestros lunares de nacimiento de los que te olvidas que están ahí. Dichos nombres vienen etiquetados con su característica de “marca reg.” en los paréntesis etimológicos, de lo contrario la RAE se vería envuelta en un buen lío con la justicia.Existen unas cuantas, pero voy a evitar referirme a las más resonantes como las de ciertas bebidas gaseosas, la del pan de molde, cacao en polvo… No solo es inoportuno mencionarlas (pues parecería más una lista de la compra para una merienda) sino que además no están recopiladas en el DRAE.Mejor dejemos el refrigerio para otro momento, y ahora vamos a callejear un poco para olisquear en las tiendas otras marcas cuya etimología va vestida de Prada, o no…
Empecemos merodeando por la mercería y el mercadillo:
El velcro
Viene en forma de acrónimo y directo del país galo. Es nuestro sistema de cierre por excelencia en anoraks, chalecos reflectantes, zapatillas de deporte para niños… El DRAE atribuye su procedencia a dos palabras francesas: velours (terciopelo) y crochet (gancho). En cuanto al uso del término se refiere, más nos vale andarnos con cuidado. El motivo se debe a que dicha marca, en su página web, insinúa que no se debe denominar a cualquiera de estos “cierres por contacto” con el nombre que ellos mismos han “inventado” para su producto. Es decir, que no se quieren permitir perder el prestigio de la calidad que dicen que tiene su cinta. Así que la próxima vez que vayáis a la mercería o incluso a la tienda china de barrio a comprar algo que se le parezca y uséis este término, mirad antes alrededor por si hubiera un representante de la empresa camuflado, como si de un miembro de la SGAE se tratara.
La lycra Sin duda, no podemos pasar por alto este tejido sintético tan común en toda cómoda de mujer. Y es que su popularidad se la debemos a la elasticidad que aporta a prendas como los pantis, bañadores, bragas, camisetas, etc. Al ser un término creado por los responsables de la marca, solo podemos decir de él que proviene del inglés. Para los que soléis frecuentar los mercadillos y no os acabáis de acostumbrar a ver faltas de ortografía a diestro y siniestro, no es necesario otro sobresalto si veis esta palabra escrita con i latina (licra), ya que es la variante aceptada por diccionarios del español actual, como el Clave.
El nailon También ronda por los mercadillos este material sintético que todos hemos llevado puesto alguna vez. Su ortografía original es “nylon”, pues procede de la lengua de Shakespeare. Es muy común encontrarlo en prendas deportivas y medias para todos los gustos. Ni que decir tiene que las deportivas, compañeras incansables de vuestros momentos de footing, estén hechas de nailon.
Las bambas o Wambas Hablando de zapatillas, no nos podíamos marchar del abarrotado despliegue de tenderetes sin nuestras queridas bambas, esas que tanto nos han acompañado en las fechorías más memorables de nuestra infancia. Seguro que las habréis tenido de distintos colores, pero sin duda las blancas eran las más vendidas, a pesar de que se ponían más negras que la sombra del Zorro. Las también conocidas como playeras deben el nombre de su marca al rey visigodo Wamba. Dicho esto, nuestros padres habrían recordado mejor a este rey por la marca española de zapatillas que por la infernal lista de reyes godos que tanto cantaron en el colegio.
La siguiente parada obligatoria es la papelería:
El celo
El celofán Puede que por un momento se os haya pasado por la cabeza que su origen tiene relación con el de celo. Echando por tierra toda suposición al respecto, he de aclarar que su etimología se la debe a la lengua francesa. El suizo Jacques E Brandenberger, inventor de este producto, lo denominó Cellophane. Él mismo acuñó este término a partir de cellulose y diaphane (del francés, celulosa y diáfano, respectivamente). Como curiosidad, la idea inicial de su actual invento se le ocurrió cuando estaba en un restaurante y a un cliente se le derramó vino en el mantel. A raíz de este hecho casual, Brandenberger se planteó fabricar una capa que fuera transparente a la vez que impermeable. Sin embargo, hoy en día el uso más extendido es el de envoltorio para regalos y material de manualidades.
Para finalizar este paseo de “busca y captura”, veamos qué ronda por la nueva tienda del hogar:
Fuente: Theguardian.com. Cartel de los años 50
El termo ¿Es ese el famoso recipiente alargado, contenedor de líquidos, con un mecanismo de apertura más enrevesado que el de un reloj de pie del siglo XIX? ¿Es ese que nuestros padres se llevaban al pueblo, al campo o a cualquiera de esos viajes de vacaciones que duraban horas y horas? Sí, ese es. No habéis leído mal. Por muy extraño que nos parezca, procede del nombre de una compañía internacional llamada Thermos. A su vez, este se originó a raíz de un concurso organizado por unos periódicos alemanes. Como muchos de vosotros habréis pensado, esta palabra tiene toda la pinta de provenir del griego antiguo. En efecto, según el archivo del centro de investigación Thomas J. Dodd de la universidad de Connecticut, viene de therme, que significa, calor, aunque mi intuición apunta a que procede del adjetivo thermós (θερμός en griego)Tanto nos gustó el nombre de la marca que nos lo apropiamos y lo integramos a nuestro lenguaje cotidiano. Por el contrario, los británicos se buscaron otro modo de denominarlo habitualmente: vacuum flask, o simplemente flask. Si a alguien se le ha ocurrido otro posible término en español que declare la guerra al de la marca, que no dude en compartirlo (pacíficamente).
El táper Concluimos con el célebre recipiente hermético de plástico donde normalmente llevamos la comida al trabajo o lugar de estudios. Padres y abuelos solían y aún suelen llamarlo tartera o fiambrera, aunque hay quien cuestiona que la segunda no se debería considerar sinónimo de táper. Esta palabra es la variante que se ha formado a partir del apócope tupper, procedente de la marca Tupperware. Dicha marca ha conseguido echar casi a patadas a los mencionados sustantivos que tradicionalmente han existido en la lengua española. Este es un claro ejemplo de la gran influencia que ejerce la publicidad en nuestro día a día. Si bien todavía no aparece en el DRAE, lo podemos encontrar en el DEA (Diccionario del Español Actual, de Manuel Seco) y el Diccionario Clave de la editorial SM. Como éste último afirma en su acepción, el uso de tupper sería innecesario si contamos con que tartera tiene el mismo significado.
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Como hemos podido comprobar, los caprichos del marketing hacen que a menudo la lengua absorba el término creado por la marca que lo empezó a fabricar. Al final el vocablo permanece debido al corriente uso que los hablantes hacen de él. Siempre me he preguntado si se podría haber acuñado uno propio. Solo en dos casos, el de celo (cinta adhesiva) y el de táper (tartera) tenemos la palabra en castellano.
Como despedida, os dejo una reflexión: ¿Deberían acuñarse otras palabras que contengan el mismo significado que las marcas registradas que dieron a luz a dichos productos? Que comience el destape.