El destino lo es todo, aunque otros no opinen lo mismo

Aquí no nace un "héroe", ni siquiera un suicida, ni mucho menos un ensamblador de molinos.

Aquí nace y parte hacia una ruta perdida un motorista, tan libre como un "Quijote".

El amor por los lentos jamelgos que acompañon los largos momentos, son como las motocicletas tranquilas, siempre disfrutando al recibir el viento en la cara, pues no se ve pero se siente en el alma de una libertad alcanzada.

Donde quiera que haya un hidalgo, que siga leyendo aventuras de caballería y lo haga a sabiendas que no terminará enloquecido, sin llegar a ser nunca un protagonista novelado como un caballero andante o montado sobre un flacucho corcel que nunca participó en un lance, existirán otras personas de idéntica y pronta solvencia de narrativa actual, que siempre a la zaga y sin llegar a ser iguales, pero cada vez más parecidas y que sin utilizar un disfraz, nunca un uniforme, recogerán el eco que dejó un guante de desafío al caer al suelo, y según se preste el momento y por conveniencia, precaución y arrojo estarán prestos por no descabalgar en un mal momento y así dar un traspiés que pueda quebrar un hueso.

Existen todavía personas confiables por una pulcritud mental que jamás dan traste por la confianza recibida, siempre que sea respetable, ergo con suficiente imaginación, destreza y soltura les servirá para prestarse a dar mandobles a diestro y siniestro, si hay traiciones encubiertas tras el cerrojo, que no se ven venir ni por asomo o por una oscuridad que irrumpe asolando la verdad a plena luz del día.

A quien se le encargue vigilar con lanza y espada cualquier molino que gire mal, se inmovilice o tenga vocación de convertirse en veleta, simplemente para que muchos sepan que tras sus serias y denodadas aspiraciones a dar explicaciones confiables por dar respuesta a las obligadas encomiendas, el principio falso amancebado con el bastardo tendrá siempre un final despiadado y sangriento, para quienes incumplan el arreglo de unas aspas desvencijadas que se estampan en el aire con un crujido y gran estruendo, quedando en el ambiente una voz desafinada que con un simple "vale" será el canto del loco para volver a la carga, "cabalgando" con frenesí y arrojo, dando cerrojo y portazo ante las adversidades más llamativas y otras infundadas, algunas provocadas por empedernidos aventureros que no guardaron respeto debido al silencio, ese que inundaba la torre en la que se refugiaban los innombrables temores que traía consigo la noche.

Una vez pasada la pesadilla y sin ver más allá donde la vista se topa con el horizonte, color oro del trigo se forma una llanura lejana, una figura guerrera de caballero motorizado con envoltorio negro en la cabeza, gafas oscuras, y montura rápida con una Harley Davidson que cegada por el sol acorta su distancia, apareciendo súbitamente en cada curva, no sin antes esparcir el trasfondo panorámico y auténtico de una quijotesca estampa, distinguiendo una figura gallarda y de portentosa y reconocida mirada, acompañada de una libertad asumida y comprobada a lomos seguros de un rugido misterioso, para poner un escudo que proteja los desafíos que irrumpirán en su recorrido por la vida, hasta llegar fría y finalmente quemada a un incierto destino, que por mucho que presintamos nunca será el de mañana.. o mucho menos certero a lo que pensabamos.