Revista Cultura y Ocio
Recuerdo que mis pasos se tornaban plúmbeos cuando arrastraba mi menuda figura hasta la escotilla que ascendía al desván. La respiración contenida y la certidumbre de que mi intrusión en aquella inhóspita región de la mansión me reportaría una acerba admonición, transformaba mi osadía en una aventura misteriosa y emocionante.
Sombras siniestras se concitaban en torno a vetustos arcones repletos de disfraces. Telarañas como velámenes de galeones creaban un espacio claustrofóbico y sobrecogedor de polvo en suspensión y mugre inveterada.
Clausurada mi niñez, evoco ahora aquellos días con una mezcolanza de residente melancolía y distante temor.
Los temores de hogaño, empero, ya no buscan cobijo en buhardillas tenebrosas, ni confieren rostros monstruosos a enseres anticuados, pues dimanan de lóbregos escenarios mucho más contemporáneos con rótulos de deudas, paro, desahucios, precariedad, crisis global y emigración.