Durante los últimos años de José Antonio al frente de FE de las JONS se va a asistir a un desvinculamiento de la propaganda fascista. José Antonio deseaba tomar del fascismo su modernidad, su posible atractivo intelectual; pero para volcar en esos cauces una preocupación y una problemática exclusivamente española. Este despego por el mussolinismo se evidencia varias veces en 1934 y 1935. Primo de Rivera estaba convencido de que Mussolini no era más que un táctico y un oportunista. Esto se hace evidente en el rechazo de Primo de Rivera a las invitaciones de la embajada italiana para que asistiese oficialmente a las reuniones de los CAUR, Comités de Acción para la Universalidad de Roma, que Mussolini creaba como embrión de una Internacional Fascista.
Por otro lado, la visita de José Antonio a la Alemania nazi en la primavera de 1934 hacía énfasis en ese devinculamiento. José Antonio No fue recibido por Adolf Hitler. Su único contacto con los nazis, o mejor dicho con la civilización alemana, tuvo lugar cuando visitó Berlín para pasar unas vacaciones. En aquella ocasión se le concedió una importancia mínima como líder fascista extranjero. No trató de obtener, ni nadie le ofreció una audiencia con Hitler. Tan solo fue recibido por unos pocos elementos nazis de segunda fila. A José Antonio no le gustó en Alemania ni la lengua, ni la gente, ni el partido nazi. Los nazis le parecieron un grupo deprimente, rencoroso y dividido. Cuando regresó a España, la estima que había tenido antes por el nacionalsocialismo se vino abajo.
Entonces se dio cuenta de que Falange tenía poco que ganar asociándose con otros partidos fascistas, por poderosos y sinceros que fuesen. Le correspondía desarrollar un movimiento fascista peculiarmente español, para singularizarse a sí mismos ante la opinión pública nacional. Algo similar ocurre con la monarquía, a mediados de 1935, José Antonio rompe pública y definitivamente con sus alianzas monárquicas y decide acercarse directamente a la única fuerza que puede ayudarle a sobrevivir: el Ejército.
Las relaciones con los monárquicos se había deteriorado y José Antonio fija lapidariamente la posición antimonárquica de la Falange en un discurso el 19 de mayo de 1935: “«El 14 de abril de 1931 —hay que reconocerlo, en verdad— no fue derribada la monarquía española. La monarquía española había sido el instrumento histórico de ejecución de uno de los más grandes sentidos universales. Había fundado y sostenido un imperio, y lo había fundado y sostenido, cabalmente, por
lo que constituía su fundamental virtud: por representar la unidad de mando. Sin la unidad de mando no se va a parte alguna. Pero la monarquía dejó de ser unidad de mando hacía bastante tiempo: en Felipe III, el rey ya no mandaba; el rey seguía siendo el signo aparente, mas el ejercicio del poder decayó en manos de validos, en manos de ministros: de
Lerma, de Olivares, de Aranda, de Godoy. Cuando llega Carlos IV, la monarquía ya no es más que un simulacro sin sustancia”.
El enfrentamiento de José Antonio con los monárquicos era, desde este discurso, total y con pocas vías de solución. Primo de Rivera, a mediados de 1935, ya no veía más que la Guerra Civil como salida, con la Falange como inspiradora del Ejército.
En la Guerra Civil, como veremos más adelante, el general Franco tomó el nombre y la herencia de Falange para crear su movimiento político unificado, F.E.T y de las JONS (Falange Española Tradicionalista y de las Juntas Ofensivas Nacional Sindicalista). Aquello tenía poco que ver con la Falange de José Antonio. Desde principios de 1936 hasta el 18 de julio, decenas de miles de españoles se acercaron a Falange cuando el Frente Popular, en marzo de ese año, encarceló a José Antonio Primo de Rivera y a toda su plana mayor.
BIBLIOGRAFÍA:
- – Biografía apasionada de José Antonio: Felipe Ximénez de Sandoval, Editorial Fuerza
Nueva, S.A. 1980
– José Antonio, retrato de un visionario: Julio Gil Pecharromán, Editorial Temas de Hoy,
Madrid, 1996