Graffiti de Cádiz
Menos mal que llega la guagua, mira allá alante a Pepe, lo mismo si me acerco… qué va, para que la gente empiece a discutir porque me he colado. Media hora de espera cada día y nunca cojo asiento hasta la casa, con lo cerca que tengo la parada. No todo es comodidad y menos para mí, que toda mi vida he trabajado como una condenada. ¡Cuánto falta me hace mi madre!Los 40 kilos del autobús y ya queda menos para llegar, queda menos para cambiarme la ropa de trabajar fuera de casa por la de trabajar en casa. ¿Quién me habrá mandado a tener tres hijos? Con una hembrita al menos me ayudaría en la casa, o lo mismo no y estaría por ahí mataperreando con los hermanos. Esos bichos, los adoro, pero no tiran un cabo en nada… y ya no sé, solo me queda la resignación.Seguro que no han hecho ni las tareas y me toca a mí sentarme con ellos o ir a casa del vecino para poder imprimir un trabajo. Tres veces he pasado por la primaria, la secundaria y el bachillerato… Déjame leer un rato, que al final las cosas van a seguir iguales “De repente Luis Miguel la miró profundamente…”“Caballeros ya hemos llegado a la última parada”. Madre mía me he quedado dormida, debo tener los ojos hinchados, déjame arreglarme un poquito antes de llegar a casa. Ahí está Lourdes como siempre de chismosa: “Aquí llegando a ver cómo me encuentro el ballú hoy”. ¿Lo que huelo son frijoles recién hechos? ¿Y estos qué hacen sentado en la mesa con los libros? ¿La casa se ha limpiado sin mí? ¿Esto tiene que ser un sueño?“Feliz día mi amor, ya tienes la casa limpia, la comida hecha y los niños se han bañado y están haciendo las tareas”, me dice mi esposo con un beso que entonces me sabe a gloria, me puedo relajar, al menos hoy, al menos un día.“Gracias mi vida, ojalá el detalle se repita otros muchos días” le digo con un fuerte abrazo. PD. Este es un microrelato sobre la dignidad de la mujer para la asignatura Escritura Creativa.Magazine
Ahora llego a la casa y me pongo a preparar la comida y pasarle el trillo al suelo. La misma monotonía de todos los días, pero si no lo hago yo, nadie mueve un dedo y todo el mundo resuelve luego con un pan con algo. ¿Cuándo cambiará el sino de mis días? Uy… qué profunda me pongo, pero a veces las novelitas de Corín Tellado hacen su efecto.
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